lunes, 18 de noviembre de 2013

Un viejo texto del 98



Ante la ausencia temporal de las musas, frente al desorden de mis notas mentales para dar cuenta de lo acontecido en las últimas semanas, que hay mucho y bastante, rescato un viejo texto, escrito en 1998, durante los días en que se desarrolló el Mundial Francia 98, y lo traigo a colación, precisamente porque en este momento la selección mexicana está por culminar un muy mal proceso de clasificación al Mundial de Brasil 2014, enfrentando el partido de vuelta de repechaje, frente a la selección de Nueva Zelanda. Sirvan pues, estas viejas líneas, como prólogo de ese partido final, que para fortuna de los insomnes, veremos el próximo martes a la medianoche.




SUEÑOS FUTBOLISTICOS


No aguanto ya más las ganas de hacer del baño. Sería ir en contra de natura. Tantos años adiestrando a mi organismo para que en un arranque de flojera, rompa con el sagrado acto de mingir a las 7 de la mañana... ¡pues no! Así, que empujado por la imperiosa necesidad de no mojar mi cama me pongo de pie de un salto y me dirijo velozmente al baño.


Abro la puerta y en lugar del inodoro aparece frente a mi Manolo Lapuente -¡sí! el mismísimo entrenador de la selección de fútbol de mi país- y más impaciente que yo me grita:



- Creo que es momento de que refuerces nuestro medio campo. Inicias de titular contra Holanda. Espero el mejor esfuerzo de ti.



Confundido por la situación y queriendo salir de esta prolongación onírica, vuelvo sobre mis pasos para tratar de refugiar mi sueño en el colchón y me topo de frente con el locker que contiene todos mis instrumentos e indumentaria de juego. Más preocupado por la urgencia que me explotaba en medio de mis piernas, corro hacia el urinal y trato de pensar, mientras simultáneamente, confirmo que no solo sentado o acostado descansa uno, sino también cuando se está en el baño, y se experimenta con toda la fuerza de los sentidos, cómo el alma y el cuerpo se reconcilian a medida de que la vejiga se vacía.



Ya sin el agobio fisiológico, trato nuevamente de encontrar razón y lógica a lo que me está sucediendo, pero no me es posible, ¿y mi cuarto? ¿mis libros? ¿mi familia? ¿cómo pude cruzar el Atlántico abriendo una puerta? No hay tiempo para respuestas puesto que el preparador físico me exige que esté listo con mi ropa de entrenamiento.



Ya una vez sobre la cancha, pasada la calistenia, el acondicionamiento, la táctica fija, las jugadas de pizarrón y como todo un baluarte de la lateral derecha, es momento de atender a la prensa, previo al encuentro:



- Y dime Juan -lanza el primer cuestionamiento el gordo Faitelson-, ¿crees que podrás con la responsabilidad de echarte el equipo sobre tu espalda?



Listo para responder, tomo un poco de aire y digo " Bueno....". En ese momento pide nuestro entrenador que se dé por terminada la sesión informativa y nos concentremos como es debido para el juego. Así que mi respuesta quedó incompleta y en el aire, como todo lo que me estaba sucediendo.



Ya en el vestidor, trato de comunicarme a mi casa para informarles que estoy bien, que no se preocupen, que me vean por tele y por supuesto, que me graben en video. Pero me doy cuenta que mis lecciones de francés habían sido insuficientes y no hay manera de entendernos entre la operadora telefónica y yo. Frustrado, dejo lo de la llamada para cuando esté en la Cd. de México de regreso con el equipo.



En el vestidor todo es un caos: vestirse, calentar, echar porras, escuchar música de José Alfredo y Vicente Fernández para reafirmar nacionalidad. Ya a punto de salir a la cancha a la ceremonia de los himnos la única manera de canalizar mis nervios es echando una miada y pido al entrenador un minuto antes de saltar a enfrentar a los holandeses. Corro desesperadamente, hago del uno y trato de dar alcance al grupo en las escalinatas. El cuadro luminoso al final del túnel se va agrandando a medida que me acerco.... Ya con un pie en el pasto, entre la multitud del estadio escucho el grito inconfundible de mi hermana:



- ¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Juan, de nuevo, se orinó en la cama!!!


Un calor húmedo que corre por mi espalda, comienza a despertarme…