domingo, 4 de octubre de 2015

Días aciagos


Cuando en circunstancias especiales reparas en que enfermedad y esperanza son palabras que se encuentran en la misma sección del diccionario y lo tomas como una broma de mal gusto. O cuando, por ejemplo, leyendo a Andres Neuman en su diccionario de Barbarismos te clavas en el significado de las mismas, en donde enfermedad, es aceleración del mundo, y esperanza un deporte olímpico.

viernes, 1 de mayo de 2015

Jardines de la infancia

¡Que noche la de ayer! Una charla destapó el frasco de los recuerdos esenciales. Un sueño en el que siempre estuve jugando en los nostálgicos jardines de mi infancia. Hoy, despertar, otro día, otro mes y una sonrisa que aún perdura en el rostro.


lunes, 9 de marzo de 2015

Morelia y mis estudios


En la madrugada desperté 4 veces antes de que el reloj cumpliera con su función de alerta. Un semestre nuevo en todo sentido. La expectativa de regresar, en cierta manera, a la época primigenia. Esa sensación de rememorar y sentir los recuerdos a medida de que me adentraba en las calles del centro de la ciudad. Parte de la niñez transcurrida y vivida en los patios del Palacio Clavijero, centro de trabajo de mi padre. Las visitas tempranas a la Biblioteca Pública Central y la del Colegio de San Nicolás, origen remoto de cierta familiaridad con los libros. Luego, las aulas de la Escuela Tipo, en donde como alumno de 2º año, me llevaron a competir con los estudiantes de 5º grado, como muestra palpable de que sí era posible leer bien, en tono y ritmo, desde los 7 años. El impasse de la secundaria, que cursé en dos instituciones, pero que gracias a la disciplina de mi madre, fomentó aún más una vocación por la lectura. La prepa, nuevamente en el centro, en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás, donde la cátedra de Historia de México, impartida por el estricto, pero a la vez, excelente historiador Xavier Tavera Alfaro, decantó mi decisión por dedicarme a las humanidades, a la vez, que pulía mis habilidades para socializar y que con algunos compañeros, no encontramos mejor manera que la oralidad de la palabra, acto al que hacíamos honor a diario, ya que al terminar las clases, caminábamos toda la Avenida Madero, charlando animadamente sobre casi cualquier tema, hasta separarnos en el Bosque Cuauhtémoc, no obstante que era un punto muy distante de los respectivos hogares. Hoy, camino a la Facultad de Letras, nuevamente en condición de alumno, como hace tantos años no lo era, tuve la grata experiencia de recordar en cada paso que me acercaba a mi nueva escuela, que las calles de esta ciudad forman parte de mi historia privada y profesional, más de lo que yo hubiera podido reconocer. Para ilustrar en parte esas emociones, qué mejor que la excelente pintura del maestro y amigo Rafael Flores, que forma parte de la colección particular, de otro gran amigo, Sanchez-Reyna Ramón. Quienes no son morelianos de nacimiento, pero que con su trabajo artístico, uno, y el otro, en el rescate del patrimonio cultural, son parte importante de la historia reciente de esta ciudad de mis quereres.