sábado, 17 de noviembre de 2018

M deuda con Viqueira y Chiapas

Mi deuda con Juan Pedro Viqueira Albán, con la Historia de la Vida Cotidiana y con Chiapas

Primer momento
Hace 25 años, en 1993, recién terminado mi servicio social en el Archivo del Antiguo Obispado de Michoacán, realizando índices del Fondo Diocesano del siglo XVIII, decidí participar en la Convocatoria al III Verano de la Investigación Científica emitida por el CONACYT, beca que consistía en realizar una estancia de investigación y asesoría por dos meses con uno de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores del área de nuestra especialidad. Yo solicité, sin mucha espectativa de ganarla, ir al CIESAS-Sureste, con el joven maestro Juan Pedro Viqueira Albán, quien para ese momento, había escrito un libro pionero sobre los temas de la vida cotidiana en México, con su investigación ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces, editado en 1987 por el FCE. Bajo la batuta de él, trabajé durante ese tiempo en el Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las Casas, localizando expedientes sobre procesos eclesiásticos contra indígenas. Ese recinto, casa de la memoria de Chiapas, estaba ubicado en un costado de la catedral de la ciudad coleta, la misma que dirigía el obispo Samuel Ruíz, aquel que era incómodo ante el gobierno mexicano y el Vaticano, por su protección y apoyo a los pueblos indígenas de la región. Esa experiencia de investigación dio para publicar un par de artículos y participar en igual número de congresos. Una vez que regresé a mi universidad, seguimos manteniendo comunicación por carta, hasta que el Mtro. Viqueira tuvo que regresar a Francia a terminar su doctorado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y yo, finalizaba mis estudios de licenciatura y recibía la invitación a participar como ayudante de investigación en un proyecto que me puso frente a un nuevo tema totalmente diferente en tiempo, enfoque y temática de lo que había hecho en Chiapas. El intercambio epistolar también dejó de fluir y no hubo más comunicación con el Dr. Viqueira desde entonces.

Segundo momento
A Lupita Labastida la conocí cuando acudió en agosto de 2016 a la Coordinación Académica de la Biblioteca de la Facultad de Historia, sitio donde regularmente trabajo, y solicitó realizar su servicio social en ese espacio. Una vez acordadas las tareas a realizar y los tiempos a cubrir, su desempeño fue de una alta calidad y eficiencia. Además de lo sobresaliente de su colaboración, su calidad personal le significó ganarse la amistad de las personas que ahí laboramos. Culminado su compromiso con nosotros, la despedimos con pesar y meses después, con alegría, la vimos culminar su licenciatura en historia. Fue hasta finales de enero del 2018 que Lupita regresa nuevamente a la Coordinación de la Bilio y para mi sorpresa, me solicitó que le ayudara a terminar su trabajo de tesis. Yo, sin conocimiento sobre el tema y la época, asumí el reto, confiando en la gran disciplina y empeño para el trabajo que ella había demostrado en su servicio social universitario. Así, de repente, asesoraba yo una tesis que finalmente llevaría por nombre “Vida cotidiana en Morelia. Una visión desde sus fuentes periodísticas. 1910”. Revisamos un protocolo, muy sólido en términos metodológicos e historiográficos, producto del trabajo desarrollado en el Seminario de Investigación dirigido por la Dra Gloria Lara y a partir de ahí, diseñamos una estrategia, que se fue ajustando a medida de que se desarrollaba la investigación y discutíamos las adecuaciones que las propias fuentes localizadas le sugerían a la tesista. El proceso de redacción tuvo sus momentos de bloqueo, inseguridad, pero también de humor y simpleza, que rompían con la tensión del proceso. Cuando el avance ya fue significativo y debíamos de pensar en una mesa sinodal, pusimos el borrador bajo el ojo crítico de la Dra Lara, con experiencia probada en metodología de la investigación, y para la revisión histórica, lo sometimos al rigor, conocimiento y experiencia de los maestros Juana Martinez Villa y Jaime Reyes Monroy. Hechas las observaciones y correcciones de los especialistas, la tesis estaba lista para su presentación y defensa en el examen recepcional. 

Tercer momento
Es el 16 de noviembre de 2018. Inicia el protocolo del examen recepcional y escucho con mucha atención la presentación que hace la sustentante sobre la tesis que ha de defender ante esta mesa sinodal. Yo nunca le dí clases a Lupita en su paso como estudiante de la Facultad y me sorprende gratamente la estructuración de su exposición, la claridad en el manejo de la información y el ajuste al tiempo establecido para su realización. Vienen las intervenciones de los sinodales, las preguntas, las respuestas, y a medida de que ello transcurre,  el conocimiento y dominio de la sustentante sobre el tema queda en evidencia,  y, yo , comienzo a alejarme mentalmente de la situación y me pregunto cómo fue que acepté el reto de asesorar una tesis sobre vida cotidiana y es cuando la memoria comienza por recuperar datos fragmentados de hace 25 años cuando yo decidí meter una solicitud para participar en el III Verano de la Investigación e ir a Chiapas a trabajar bajo la batuta del maestro Juan Pedro Viqueira, etcétera…Culminado el examen, discutida y acordada la deliberación, el ciclo se ha completado: la sustentante obtiene el título de Licenciada en Historia por unanimidad de votos y con Mención Honorífica. Yo, me siento doblemente satisfecho y aliviado. Primero, porque pude responder a la confianza que tuvo Lupita, que por cierto, tiene parte de sus raíces familiares en Chiapas, para que la acompañara en este proceso de elaboración de su tesis de licenciatura. Y segundo, porque después de un cuarto de siglo, creo saldar internamente, una deuda académica con el Dr Juan Pedro Viqueira Albán, con los temas sobre la Historia de la Vida Cotidiana y con Chiapas. Como lo dijera hace un par de años el maestro Juan Villoro, la memoria y el agradecimiento, han permitido que esta  historia circular se pueda cerrar.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Rosana en Morelia
Una tarde gris, lluviosa, fría, muy propia para quedarse en la comodidad de la sala y conversar largo y tendido. El escenario recreaba aquel espacio necesario para el encuentro de dos personas que necesitan confesar algo. Previo a la cita, nunca dudé de la calidad del espectáculo que presenciaría, lo que más me inquietaba, es que no sabía cuáles podrían ser mis reacciones ahora que estaría tan cerca de ti. Llegó la hora. Y contrario a lo habitual, las luces no se apagaron. Espectantes, el teatro enmudeció y vimos aparecer, primero tu sonrisa, antes que cualquier parte de tu cuerpo y de la manera más familiar y cómoda, tomar tu sitio en el escenario y abrir la caja de Pandora con tu guitarra y el acompañamiento de un excelente percusionista. Hiciste magia. Reafirmé que lo grande de ti no está sólo en la letra de tus canciones y de la manera tan honesta en que las interpretaste, sino que, como la anécdota que compartiste de manera jocosa, eres una diosa de los escenarios. Un manejo magistral del tiempo, de las emociones, de las canciones y del público. Más que asistentes a un concierto, nos hiciste sentir como parte de tu coro y proyecto musical. Pasadas las primeras cuatro o cinco canciones, reparé en el par de lágrimas que presurosas surcaban mis mejillas buscando llegar al piso. Pero me sentía eufórico. Completo. También de contento se llora. No lo sé. No me importaba. Eso hizo que recordara la razón principal por la cual yo estaba ahí, en el Teatro, a cinco filas del escenario. Iba a agradecerte. A decirte lo mucho que me han servido tus canciones para aclarar emociones que luego me cuestan descifrar y explicármelas. Iba a decirte, que en el 2012, en un momento de quiebre existencial, de una fuerte experiencia que trastocó lealtades y amistades, busqué fortalecerme a través de la música. Y la canción que para mí resultó mi mantra ante la adversidad de ese momento y para siempre se llama “Llegaremos a tiempo”. Escucharla, atenderla en cada una de sus estrofas hizo que volviera a creer en la esperanza, en los buenos proyectos y en la importancia de seguir luchando por nuestros sueños. Gracias, Rosana. Gracias por tu música. Gracias por tus canciones. Gracias por esa canción. Gracias por llegar a tiempo. Casi a la mitad del concierto, a grito vivo te pedí que cantaras esa canción y para mi sorpresa, lo hiciste de inmediato. El encuentro y el pacto se habían consumado: yo iba a pagar mi deuda de amistad contigo y nuevamente me obsequiaste esa canción que es un himno personal. El concierto siguió con su magia y alegría hasta el final. Cuando por fin te dejamos ir del escenario, me retiré del recinto con la tranquilidad de que más de haber asistido a un recital, había estado en la sala de la casa de una amiga entrañable, a la cual le debía la cortesía de decirle lo importante que me ha resultado su música para mi.
Lo dijiste en el escenario, no será la última vez y prometiste que volverías pronto.
Ahí estaré nuevamente contigo
Hasta la próxima

(18 de junio de 2018)

viernes, 26 de enero de 2018

Una foto de mi padre

Enero 24 de 2018
Hoy me entregaron para la Biblioteca que coordino, un par de libros editados con motivo del Centenario de la UniMich, revisándolos más por curiosidad que por interés catalográfico me encontré con una agradable sorpresa: ¡una foto de mi padre! ¡Vaya, qué coincidencia! Justo ahora que el próximo sábado honraremos nuevamente tu memoria, a 28 años de tu partida física de este mundo.
"XV
Papá por treinta o por cuarenta años,
amigo de mi vida todo el tiempo,
protector de mi miedo, brazo mío,
palabra clara, corazón resuelto,
te has muerto cuando menos falta hacías,
cuando más falta me haces, padre, abuelo,
hijo y hermano mío, esponja de mi sangre,
pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño.
Te has muerto y me has matado un poco.
Porque no estás, ya no estaremos nunca
completos, en un sitio, de algún modo.
Algo le falta al mundo, y tú te has puesto
a empobrecerlo más, y a hacer a solas
tus gentes tristes y tu Dios contento."
Fragmento de Algo sobre la muerte del mayor Sabines
Jaime Sabines


sábado, 20 de enero de 2018

Rolando de Rafael Flores

19 DE ENERO DE 2018, MORELIA, MICHOACÁN
CASA DE LA CULTURA

Para comenzar esta breve intervención quiero compartir con ustedes una breve línea de la dedicatoria que el autor del libro dirigió para mi y mi esposa, y que conservando la nota confidencial de la amistad, dice Rafa Flores sobre su propio libro: “ES UN RETRATO DE UNA ÈPOCA ENTRAÑABLE”.
¿Es exacta esta síntesis que hace el autor de su obra? Sí, porque fiel a su vocación y pasión de vida, que hasta hoy ha sido la pintura, partimos entonces que en su acepción más sencilla, retratar es reproducir imágenes de una persona, de un lugar o de las cosas. Asunto que nos consta de sobra que Rafael Flores lo resuelve con maestría en su obra pictórica. Pero si pasamos del campo de la imagen al campo de las letras, la nueva pasión que ahora cultiva nuestro flamante autor, tenemos entonces también un sendo retrato literario de los personajes que aparecen en la novela, en donde no sólo reproduce y describe al detalle los rasgos físicos, ya no con el uso del pincel, sino con el poder de la pluma o el teclado, y tenemos que también resuelve de manera eficaz, desprejuiciada y desenfadada los rasgos psicológicos y morales, que completan la descripción que exigen los buenos retratos hablados de los presuntos implicados.
Ahora, sobre el asunto de la época, me asaltaba la duda de que si estamos ante una nueva novela de época o histórica. No, no podemos reducir el valor literario de Rolando a una simple recreación de épocas pasadas y que con el peso de la nostalgia, suele uno atesorar de manera distinta, y que guardamos cada uno en el rincón más especial de nuestras memorias. Por tanto, tenemos que es una novela que rebasa sus propios marcos temporales, porque aborda en un momento específico de la historia de nuestro país el eterno dilema del ser humano que es la búsqueda de la libertad y el sentido de la vida para poder descifrar los dilemas de la existencia: quién soy, para qué estoy aquí, porqué soy así y qué diablos hago con mi libertad.
Rolando cumple más bien con las características de los buenos libros de viajes en el que se combinan elementos de ficción y factuales, en donde se privilegia por encima de todo, el testimonio de lo que se está viendo, viviendo, aprendiendo y conociendo. Esta es una novela de un viaje por las autopistas de la memoria, de la nostalgia y del recuerdo. Es una carta geográfica que va del oriente michoacano, a la capital del país, cruza los valles intervolcánicos, desciende a la costa y llega a un sureste mítico, repleto de zonas arqueológicas, que siguen resguardando los secretos de las culturas prehispánicas, que sólo están al alcance de las almas libres, porque muchos son los que van a su encuentro y son muy pocos los elegidos a los que les son revelados.
Es un viaje por la vida de Renato Rueda, que va de las calles y esquinas que delimitan a la alameda central y sus fuentes. De la intersección de San Juan de Letrán (ahora Eje Central) y Avenida Juárez, el cruce peatonal más transitado del mundo y que ha sido referencia de miles de historias capitalinas.Del pórtico y las estatuas del majestuoso Palacio de Bellas Artes, de las lluvias que mojan el alma y del viento que seca las lágrimas. Un viaje en el tiempo que duró lo que va desde un desayuno hasta las primeras luces de la noche.
Esta novela es una carta de navegación de la ruta más peligrosa de viaje que hasta la fecha sigue existiendo: el viaje al interior de uno mismo, en donde, para conocernos debemos de enfrentar a nuestros miedos más grandes y sobreponernos a ellos, donde ponemos a prueba constantemente la fortaleza de nuestros sueños y aspiraciones. Dice Rafa Flores que el sentido del viaje era la aventura. Y no hay aventura más riesgosa que la de hacer ajustes de cuentas con nuestro pasado. Pasado y presente que dialogan sin discutir, sin romper, que tratan de encontrar los vasos comunicantes que explican uno al otro.Qué tanto se rescata uno de todas la batallas por las que hemos de atravesado sin haber traicionado los ideales que enarbolamos desde un principio
Un antes, el del retrato de la familia de origen y el rinconcito de patria desde donde se comienzan a preconfigurar las primeras exploraciones hacia ese mundo ignoto que nos llama, que nos seduce, que nos invita a romper las cadenas de la comodidad y la cotidianidad, hasta llegar al transbordo, en donde uno ahora se convierte en el capitán de una nueva familia y debe fijar el rumbo hacia donde llegar a puerto seguro todos los involucrados en la aventura.
Renato es una canción romántica distinta. No es una balada, ni un bolero. Es una aventura musicalizada por Jaime López y Cecilia Toussaint. Un viaje en el que el amor verdadero se refleja no en los cantos cursis al Sol, la Luna y las Estrellas, sino más bien en aquella persona que se convierte en el ancla que nos ata a la realidad específica de nuestra existencia. El amor pleno no es el que complementa. Es aquel que nos contradice y nos obliga a esforzarnos día a día, para sacar lo mejor de uno y compartirlo. Porque como bien lo dice el autor El que quiera Azul Celeste…
Una odisea moderna, ubicada en la Era de Acuario, en donde confluyen los cristos hippies, Carlos Santana, Allen Ginsberg, Led Zeppelin, Janis Joplin, Avándaro, Woodstock. Así como personajes mitológicos como el Tawa, Deborah La Culebra y el canto de una Sirena Cachonda en las playas de Cozumel. Es un viaje a las experiencias sensoriales y cósmicas de Renato, quien guiado por el Rolas, amplió su conocimiento sobre el universo.
Quien tenga intereses históricos, sociológicos o de otra pose, encontrará un mapa completo de la contracultura en México, del movimiento hippie, de la literatura beat, del movimiento digger, de la psicodelia, del rock y de los muchos caminos que se experimentaron en la intensa búsqueda del ejercicio pleno de la libertad personal. Pero más que la investigación documental que el autor tuvo que emprender para recrear todo esto, vale mucho más su valor testimonial, porque él fue uno de esos jóvenes soldados que buscaron transformar al mundo a través del ejército del “peace and love”.
Es una novela en donde la sorpresa y la ficción se desprenden de las hojas de papel y se ubican en nuestra existencia misma, en donde Renato, el alter ego de Rafa, hace una valoración de su paso por la Academia de San Carlos y da cuenta de sus filias artísticas y estilísticas, en donde la obra de Monet, tiene un cajón aparte. Pero como muchas veces sucede, la realidad superó a la ficción y le dio un extraordinario regalo al autor de la novela, porque décadas más tarde, el azar le regalaría la estampa viva del cuadro de los Nenúfares de Monet en un balneario de San Miguel de Allende, dándole una señal de que había llegado a su etapa de libertad creativa más madura. Y aquí estamos atestiguando ello.
Pues sí, Rolando la novela, se ajusta a la breve descripción que hizo Rafa de ella en su dedicatoria. Es un retrato entrañable. Una descripción que sale de las entrañas. Una apuesta literaria en el que el autor nos muestra sus mejores cartas: la honestidad intelectual, la congruencia ideológica y una pluma muy efectiva para hacer nuestro propio viaje y reflexión con la lectura de este texto. ¿Qué tanto hay de Rafa Flores hay en la historia que nos cuenta Renato Rueda? ¿Qué tanto hay de cierto en cada uno de nosotros siempre vez que volteamos la mirada hacia nuestro pasado? Porque si el asunto es el de hacer un ajuste de cuentas con la memoria y la nostalgia, entonces podríamos decir, que si la vida es un sueño, la pregunta que se nos convierte en el reto a descifrar es cómo queremos despertar de ella.

Felicito a ABZ por sumarse a este aventura literaria. Leer humaniza y fomenta el sentido de justicia en la sociedad.

Gracias