Pasaron
29 años desde la última ocasión que coincidimos en un mismo concierto. Desde
aquella lejana gira, XXX, en 1988 hasta ahora, en el tour Estaré 2017, son
evidentes los estragos del tiempo en ambos. Sin embargo, reconozco el porte que
tienes para sobrellevar tus casi 6 décadas de existencia. Y ni qué decir de tus
cuarenta años en este rollo de la música. Se nota la experiencia, el temple,
las tablas para ir convenciendo y entusiasmado a un público que en su mayoría
escéptico, había llegado a la Expoferia para disfrutar tu show. Como bien
dijiste, sólo el perfume y la música han demostrado su eficacia para hacer
vivir a la memoria. Y en efecto, así fue… tu recorrido musical sirvió como un
catalizador de los recuerdos, que en muchos casos, como el mío, potencializó la
memoria a pasajes que creía olvidados. De aquellos andares preuniversitarios,
de mi paso fugaz por el conservatorio, de aquel amigo con el que cantábamos a
toda voz las estrofas de “Manos vacías”, como una especie de entrenamiento para
las ilusiones y desilusiones amorosas posteriores. Y pensar que aquello fue
hace 29 años… ufff… ¡Cómo se escapa el tiempo! Nos reencontramos casi 30 años
después y al finalizar el concierto, me queda una sensación de tranquilidad,
como si este momento hubiera servido para actualizarnos y repasar nuestras
vidas, como los buenos y viejos amigos que hemos sido desde entonces. ¡Gracias!
¡Fue una noche muy buena! Y por si las dudas, por aquello de que la vida sea
caprichosa y no volvamos a coincidir nuevamente, a manera de despedida, me
adhiero a una de las estrofas más significativas de tus canciones para mí:
Y cada noche vendrá una estrella
a hacerme compañía
Que te cuente cómo estoy
y sepas lo que hay