19 DE ENERO DE 2018, MORELIA, MICHOACÁN
CASA DE LA CULTURA
Para comenzar esta breve intervención quiero compartir con
ustedes una breve línea de la dedicatoria que el autor del libro dirigió para
mi y mi esposa, y que conservando la nota confidencial de la amistad, dice Rafa
Flores sobre su propio libro: “ES UN RETRATO DE UNA ÈPOCA ENTRAÑABLE”.
¿Es exacta esta síntesis que hace el autor de su obra? Sí,
porque fiel a su vocación y pasión de vida, que hasta hoy ha sido la pintura,
partimos entonces que en su acepción más sencilla, retratar es reproducir
imágenes de una persona, de un lugar o de las cosas. Asunto que nos consta de
sobra que Rafael Flores lo resuelve con maestría en su obra pictórica. Pero si
pasamos del campo de la imagen al campo de las letras, la nueva pasión que
ahora cultiva nuestro flamante autor, tenemos entonces también un sendo retrato
literario de los personajes que aparecen en la novela, en donde no sólo
reproduce y describe al detalle los rasgos físicos, ya no con el uso del
pincel, sino con el poder de la pluma o el teclado, y tenemos que también
resuelve de manera eficaz, desprejuiciada y desenfadada los rasgos psicológicos
y morales, que completan la descripción que exigen los buenos retratos hablados
de los presuntos implicados.
Ahora, sobre el asunto de la época, me asaltaba la duda de
que si estamos ante una nueva novela de época o histórica. No, no podemos
reducir el valor literario de Rolando a una simple recreación de épocas pasadas
y que con el peso de la nostalgia, suele uno atesorar de manera distinta, y que
guardamos cada uno en el rincón más especial de nuestras memorias. Por tanto,
tenemos que es una novela que rebasa sus propios marcos temporales, porque
aborda en un momento específico de la historia de nuestro país el eterno dilema
del ser humano que es la búsqueda de la libertad y el sentido de la vida para
poder descifrar los dilemas de la existencia: quién soy, para qué estoy aquí,
porqué soy así y qué diablos hago con mi libertad.
Rolando cumple más bien con las características de los
buenos libros de viajes en el que se combinan elementos de ficción y factuales,
en donde se privilegia por encima de todo, el testimonio de lo que se está
viendo, viviendo, aprendiendo y conociendo. Esta es una novela de un viaje por
las autopistas de la memoria, de la nostalgia y del recuerdo. Es una carta geográfica
que va del oriente michoacano, a la capital del país, cruza los valles
intervolcánicos, desciende a la costa y llega a un sureste mítico, repleto de
zonas arqueológicas, que siguen resguardando los secretos de las culturas
prehispánicas, que sólo están al alcance de las almas libres, porque muchos son
los que van a su encuentro y son muy pocos los elegidos a los que les son
revelados.
Es un viaje por la vida de Renato Rueda, que va de las
calles y esquinas que delimitan a la alameda central y sus fuentes. De la
intersección de San Juan de Letrán (ahora Eje Central) y Avenida Juárez, el
cruce peatonal más transitado del mundo y que ha sido referencia de miles de
historias capitalinas.Del pórtico y las estatuas del majestuoso Palacio de
Bellas Artes, de las lluvias que mojan el alma y del viento que seca las
lágrimas. Un viaje en el tiempo que duró lo que va desde un desayuno hasta las
primeras luces de la noche.
Esta novela es una carta de navegación de la ruta más
peligrosa de viaje que hasta la fecha sigue existiendo: el viaje al interior de
uno mismo, en donde, para conocernos debemos de enfrentar a nuestros miedos más
grandes y sobreponernos a ellos, donde ponemos a prueba constantemente la
fortaleza de nuestros sueños y aspiraciones. Dice Rafa Flores que el sentido
del viaje era la aventura. Y no hay aventura más riesgosa que la de hacer
ajustes de cuentas con nuestro pasado. Pasado y presente que dialogan sin
discutir, sin romper, que tratan de encontrar los vasos comunicantes que
explican uno al otro.Qué tanto se rescata uno de todas la batallas por las que
hemos de atravesado sin haber traicionado los ideales que enarbolamos desde un
principio
Un antes, el del retrato de la familia de origen y el
rinconcito de patria desde donde se comienzan a preconfigurar las primeras
exploraciones hacia ese mundo ignoto que nos llama, que nos seduce, que nos
invita a romper las cadenas de la comodidad y la cotidianidad, hasta llegar al
transbordo, en donde uno ahora se convierte en el capitán de una nueva familia
y debe fijar el rumbo hacia donde llegar a puerto seguro todos los involucrados
en la aventura.
Renato es una canción romántica distinta. No es una balada,
ni un bolero. Es una aventura musicalizada por Jaime López y Cecilia Toussaint.
Un viaje en el que el amor verdadero se refleja no en los cantos cursis al Sol,
la Luna y las Estrellas, sino más bien en aquella persona que se convierte en
el ancla que nos ata a la realidad específica de nuestra existencia. El amor
pleno no es el que complementa. Es aquel que nos contradice y nos obliga a
esforzarnos día a día, para sacar lo mejor de uno y compartirlo. Porque como
bien lo dice el autor El que quiera Azul Celeste…
Una odisea moderna, ubicada en la Era de Acuario, en donde
confluyen los cristos hippies, Carlos Santana, Allen Ginsberg, Led Zeppelin,
Janis Joplin, Avándaro, Woodstock. Así como personajes mitológicos como el
Tawa, Deborah La Culebra y el canto de una Sirena Cachonda en las playas de
Cozumel. Es un viaje a las experiencias sensoriales y cósmicas de Renato, quien
guiado por el Rolas, amplió su conocimiento sobre el universo.
Quien tenga intereses históricos, sociológicos o de otra
pose, encontrará un mapa completo de la contracultura en México, del movimiento
hippie, de la literatura beat, del movimiento digger, de la psicodelia, del
rock y de los muchos caminos que se experimentaron en la intensa búsqueda del
ejercicio pleno de la libertad personal. Pero más que la investigación
documental que el autor tuvo que emprender para recrear todo esto, vale mucho
más su valor testimonial, porque él fue uno de esos jóvenes soldados que
buscaron transformar al mundo a través del ejército del “peace and love”.
Es una novela en donde la sorpresa y la ficción se
desprenden de las hojas de papel y se ubican en nuestra existencia misma, en
donde Renato, el alter ego de Rafa, hace una valoración de su paso por la
Academia de San Carlos y da cuenta de sus filias artísticas y estilísticas, en
donde la obra de Monet, tiene un cajón aparte. Pero como muchas veces sucede,
la realidad superó a la ficción y le dio un extraordinario regalo al autor de
la novela, porque décadas más tarde, el azar le regalaría la estampa viva del
cuadro de los Nenúfares de Monet en un balneario de San Miguel de Allende,
dándole una señal de que había llegado a su etapa de libertad creativa más
madura. Y aquí estamos atestiguando ello.
Pues sí, Rolando la novela, se ajusta a la breve descripción
que hizo Rafa de ella en su dedicatoria. Es un retrato entrañable. Una
descripción que sale de las entrañas. Una apuesta literaria en el que el autor
nos muestra sus mejores cartas: la honestidad intelectual, la congruencia
ideológica y una pluma muy efectiva para hacer nuestro propio viaje y reflexión
con la lectura de este texto. ¿Qué tanto hay de Rafa Flores hay en la historia
que nos cuenta Renato Rueda? ¿Qué tanto hay de cierto en cada uno de nosotros
siempre vez que volteamos la mirada hacia nuestro pasado? Porque si el asunto
es el de hacer un ajuste de cuentas con la memoria y la nostalgia, entonces
podríamos decir, que si la vida es un sueño, la pregunta que se nos convierte
en el reto a descifrar es cómo queremos despertar de ella.
Felicito a ABZ por sumarse a este aventura literaria. Leer
humaniza y fomenta el sentido de justicia en la sociedad.
Gracias