lunes, 26 de enero de 2009

Julio de 2008

31 julio

Notas apresuradas sobre un evento importante. Parte II

Sábado 3 de Mayo

Afirmar que dormí sería mentir de manera descarada. Tuve periodos cortos de sueño, en que sólo por instantes, pude desconectar el cerebro de la ansiedad que crecía en el estómago y una especie de hueco, que hacían que mis latidos los sientera lejos, distantes, casi ajenos a mí. Resignado a no poder dormir, me levanté a eso de las 6:30 am y me dispuse a tomar el 1er baño del día y preparar todo el operativo y ajuar para el evento.

Largas dos horas y pasé por mi espadachín, mi fiel escudero, mi valet parking, mi mozo de espadas o como fuera que le nombrara, a mi cuate el Amós, quien había pernoctado en la casa de mi casi casi cuñado (en cuestión de horas se le quitó lo casi casi... muy a su pesar). Y las sorpresas comenzaron. Ojos rojos, aliento a botiquín ( o sea a alcohol), con las agujetas sin amarrar, daban cuenta de la dura pelea y largo debate que sostuvo el Doitor Martínez Ayala en territorio potosino con Carlos, dizque en defensa de mi honor y el de tooodos los michoacanos, sobre la importancia de la influencia tarasca en territorio güalchichil durante el periodo prehispánico y en la formación de la ciudad colonial y la necesidad de rehacer alianzas político-militares a través del matrimonio, para conservar el dominio de los territorios allende el Lerma, que en conclusión, no llegó a nada, y que sólo los obligó a consumir, muy a pesar de ellos brandy, vodka y cualquier bebida cuya fórmula estuviera impregnada de etil. Síntesis: desvelado y crudo -yo intuía algo de sus molestias, pero horas después sabría y confirmaría que realmente estaba muy deshidratado-.

A las 9 de la mañana llegué al hotel con mis tiliches, Amós incluido, a tomar posesión de la habitación de donde saldría horas más tarde con el disfraz de novio. Asamblea familiar mediante, pudimos tomar algunos alimentos, gorditas de Morales, que son de maíz y rellenas de guisos, para regresar nuevamente al hotel a la espera de la hora marcada. Una caminata breve, una visita rápida y consumista a una librería (sí, el día de la boda, también compré un libro y comencé a leerlo) y a relajarse. Nunca entendí mejor la teoría de la relatividad del tiempo, pues por más que presionara al reloj, éste no avanzaba. y a medida que transcurrían los minutos nuevas e intensas sensaciones iban invadiendo mi cuerpo y mi mente. Cerca de las 11:00 horas, me levanto y me tomo la temperatura y confirmo que los nervios los canalicé en forma de fiebre. Me baño con agua fría y pretendo con ello contrarrestar el malestar. Sólo logro tranquilizarme unos cuantos minutos y de vuelta en pie. Trato de comentar mis malestares y pesares con mi espadachín y bodyguard, pero trae tal cruda y somnolencia, que soberanamente me ignora y sigue roncando en plena imitación de los sonidos de Kung Fu Panda (que todavía no se estrenaba, pero ya estaba en los avances de la temporada). Por fin, llega la hora planeada. Otro regaderazo y comenzar con el ritual del traje. Cual torero antes de partir plaza, los dientes castañeaban, el corazón daba saltos desordenados y la boca del estómago crecía y crecía hasta formar un agujero negro en mi interior. ¡A echarle valor! No había venido de tan lejos y movilizado a tanta gente, para hacer un papelón en la ceremonia. Así, que comencé a respirar pausado, trataba de monitorear mi pulso y además, tenía que sonreír. "Que no me caiga", "que no vaya a dar el ranazo en plena ceremonia", "que no se vaya a descoser el pantalón de las nachas", y otras cosas tan importantes como éstas, comenzaban a ocupar gran parte de mi CPU en ese momento.

Veinte minutos antes del evento la breve comitiva que me acompañaría hasta el altar (no de sacrificios) estaba lista, sabiendo de mi obsesión por la puntualidad -que de no ser por el color de piel y que hablo español, algunos dirían que en términos de citas soy inglés-, así que nos dispusimos a que el buen Amós tomara el control del automóvil para llegar al templo indicado, porque como le dije: “no es de buena nota social que el desposado llegue manejando su propio auto”... y que como única respuesta obtuve un rotundo: “No, no me siento muy bien. No vaya a ser que choquemos y arruinemos la fiesta que ya está pagada”. Así, conduciendo mi propio auto, llegué a la cita con el destino… Y coincidir...

04 julio

Negrita

La seducción de la poesía

Muerta el alma el deseo la hace espuma
Silvia Tomasa Rivera

"Muerta el alma el deseo la hace espuma”

Leyó, una y otra vez la frase, hasta comprender que lo que bebía en cada trago eran los restos de su alma. Apuró las últimas gotas y lanzó el vaso al piso. Reconoció, muy a su pesar, que él era un hombre más que se dejaba ganar la partida por la vida. El último deseo lo agotó en el momento mismo en que se arrojó al paso del tren. Las vías, en lugar de sangre, presentaron rastros de espuma, con olor a poesía y alcohol.

01 julio

Una de maestros

Quiso el maestro enseñarle a sus alumnos cómo es que deben de andar por el mundo, cuando ellos ya habían terminado de construir sus propias alas. Intentaron volar a la primera y fallaron. Un nuevo impulso y otra vez los pies pegados al piso. El maestro, con serenidad, tomó sus libros y sonrió. Cuando ellos fueran lo necesariamente humildes para preguntar, él les explicaría que para volar, se necesita que cuerpo y alma, en común esfuerzo, exploten los valores más nobles de la condición humana. Mientras no fuera así, caerían una y otra vez. El maestro no tiene prisa, los alumnos sí. Él, sigue esperando.

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