La tensión formaba parte del aire húmedo de la tarde. Él, clavado con la mirada en los pies de la presa para que no huyera. Ella, sonriendo nerviosamente y quitándose las alas para dejarse atrapar. Una luz, el estertor de los vagones del metro que llegó a la estación. Y mañana, de nuevo, a intentar el ritual de la cacería.
martes, 20 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario