La buscó en cada una de las abanderadas que encabezaban los contingentes del desfile cívico-militar. La única ocasión que la había visto fue igual, un 30 de septiembre: la escolta, el porte, sus ojos, el amor que le cruzó todo el cuerpo y le descompuso la vida para siempre. Ahora, año con año, es el primero en posicionarse a la orilla de la avenida. Mientras, la vida real marchó hacia otra parte. No lo quiere aceptar, ni lo puede entender, lo único que lo sostiene es la locura de ese amor que un día vio desfilar.
jueves, 1 de octubre de 2009
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