sábado, 18 de julio de 2009

Miscelánea de Pendientes


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Cumplí un año más. No vale la pena decir la cifra exacta, desde hace algún tiempo evito reparar en ello, aunque se me encajen los días, los meses y los años en el alma. El único objetivo que me propuse fue el de no dejarme hipnotizar por el canto de las sirenas de los recuerdos, que inevitablemente me conducen a los linderos de la depresión. Semana previa diferente: viajes constantes, enfermedades presentes, cita únicamente con Bk, mi madre, mi hermana y todos mis sobrinos morelianos para acudir a la matiné, como en los “viejos” tiempos, como queriendo empaparme de juventud con sus sonrisas e inocencia. Comida tranquila, petit comité. Tarde de café, pastel y refresco. Festejo abstemio en virtud de la Ley Seca calderoniana. Ni así pudo evitar la chinga que le esperaba a su partido político al día siguiente. “Fiesta” diferente, especial. GRACIAS BK. Gracias: Viva, Rafa, Feli, Amós, Compa Alex, Coma Chela. Gracias a los que por mensaje o por internet se acordaron de su seguro servidor.

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Mi cuerpo ha cruzado por un periodo no muy bueno en términos de salud. De una infección estomacal a una intoxicación, que hasta hoy en día no sabemos qué la propició, son el parte médico de algunas de mis semanas recientes. Una urticaria persistente, molesta, sobre todo incómoda, que así como llegó, se retiró, no sin antes pelear de manera constante durante más de 15 días. Un proceso de control de ingesta, exclusión de ciertos grupos de alimentos, para determinar alguna posible alergia a algo en específico y nada. Reitero: como llegó, se retiró. Al paso de los días, esas semanas las he ido asimilando como un proceso de desintoxicación y que tuvo una buena repercusión en la salud y en el ánimo: nuevamente la talla 33 es mi referente. Ni una pulgada más, ni una pulgada menos.

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Remedios para combatir el insomnio de los últimos días: música y casi nada de literatura. Ya ni los tediosos informeciales me apesumbran y obligan al sueño. Música, mucha música, la sensibilidad casi a flor de piel. Hace una semana escuché la canción de La Oreja de Van Gogh que hace referencia al 11 de marzo en Madrid y las lágrimas se contuvieron en la última línea de mis ojos. Hoy, escuchando algunas reflexiones y comentarios que hacía Bk sobre la muerte, me sentí nuevamente embargado por la tristeza y el camino de la casa al centro comercial sólo lo hicieron soportable las canciones en el estéreo del automóvil. Necesito regresar a la lectura y escritura, porque si no, algún día de estos, alguien me encontrará llorando sin razón alguna por la calle.

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Y el insomnio se quedó acompañando a la duda, había mucho por conversar, pensó alguno de ellos. Y yo, aquí de estúpido testigo, esperando que alguno de ellos comience por fin a dialogar.

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Revisitando a los clásicos. Cuba se posicionó por azar en parte de mis intereses cotidianos. Relectura de Pedro Juan Gutiérrez y su “Rey de La Habana”, quien descarna los sentimientos de sus personajes y nos hace partícipes de sus tragedias particulares y, por otro lado, no obstante la adversidad, Carlos Varela, con su canto a las Nubes, me recordaba que la nostalgia y la tristeza a veces alcanzan niveles poéticos que no alcanzaba yo a sospechar. Cuba en mis días y un trago de anís por las noches. La contradicción me sigue marcando. ¿Y los mojitos? Siguen siendo parte de mi miscelánea de pendientes.

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Quizo la suerte que me enterara de dos historias reales, que conmueven por razones diferentes, que ojalá tuvieran la suerte de preservarse en tinta y en papel. Sólo están a la espera de que, quien me las contó, decida escribirlas y no dejarlas a los azarosos caprichos de la memoria. Yo como el chinito: espelando.

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