martes, 27 de diciembre de 2016

Buena guía para no morir extraviado en el catálogo

http://www.altonivel.com.mx/47-grandes-peliculas-puedes-ver-en-netflix/

domingo, 25 de diciembre de 2016

Cerrando un ciclo más, con un poco de fé

https://youtu.be/6Cs3Pvmmv0E

Una muestra más de su poder vocal

https://youtu.be/oYAR8RigqDA

Triste pérdida...

https://youtu.be/RsKqMNDoR4o

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Una baja más en la literatura mexicana






"Cuando parece que sí es no; cuando parece que no es quién sabe; cuando parece quién sabe es quién sabe."


Guillermo Samperio


domingo, 11 de diciembre de 2016

Tardes de amistad y tradiciones

Este fin de semana fue de refrendos amistosos, gustos gastronómicos y testimoniales de tradiciones michoacanas. Comenzamos por comer ancas de ranas en Queréndaro, más tarde, decidimos ir por un poco de pan de horno de leña a San Pedro Bocaneo. Ya entrados en ruta, acordamos ir por dulces a Ucareo y aprovechar para recorrer una vez más el Ex-Convento Agustino del lugar. De vuelta, ya en los linderos de la ciudad, en el municipio de Charo, fuimos testigos de la ceremonia de  despedida a la Virgen de Guadalupe en los barrios de esta comunidad, acompañados de una rica jarra de atole de chaqueta y pan. Gracias Bk, Ramón, Silvia y Rafael por esta tarde-noche tan completa.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Discontinuidad en la historia politica

http://www.nexos.com.mx/?p=23784

viernes, 2 de diciembre de 2016

sábado, 26 de noviembre de 2016

La frase más certera sobre la muerte de Fidel Castro

Ante el océano de posicionamientos, manifiestos, lamentos, laudos y críticas sobre la muerte de Fidel Castro Ruz, me quedo con la frase y la imagen, que mejor sintetiza para mí, tal acontecimiento histórico. Se me acabó el siglo XX.


A siete días del autoexilio

Artículo interesante. Mi experiencia indica, una sensación de mejor aprovechamiento del tiempo. Lo comparto por si alguien le interesa el texto o experimentar la sensación.

http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/11/23/actualidad/1479897698_896068.html

martes, 22 de noviembre de 2016

Woody Allen

Me parece que me estoy convirtiendo en un clon económico de Woody Allen. Cada vez creo más firmemente en aquello que dice: "No creo en el amor, pero házmelo, por si estoy equivocado".

Que bonita muchachita

http://www.sinembargo.mx/19-11-2016/3116889

lunes, 21 de noviembre de 2016

Una opinión sensata sobre la epidemia Trump

http://elpais.com/elpais/2016/11/17/opinion/1479386323_104996.html

Fallas de comunicación

Cuando me dijeron que por ser el Buen Fin, me regalarían un gadget con pistola y rifle de alta potencia, yo me imaginé otra cosa. 😕


sábado, 19 de noviembre de 2016

A conocer ese sitio

http://local.mx/cultura/libros/la-increible-libreria-coney-island-mental/

Mensaje final a mi Fb

En pleno proceso de reajustes, mis libros (se lee y escucha pedante decir: mi biblioteca) tampoco han sido la excepción y están siendo objeto de severa auditoria. Los que por alguna razón tienen que salir a encontrar otro hogar, fue porque está duplicado (la mayoría de los casos) o de plano, ese autor y yo agotamos todo el diálogo sobre ese texto en particular. Algunos más bien, muchos) poseen las cicratices de su paso por mi vida en forma de notas en tinta, lapiz y marcatextos. Eso no los personaliza, sólo indican que han sido objeto de una posibilidad de lectura y que están abiertos a muchas más. O dicho en otras palabras, como bien denominaron en la librería Rayuela en Metepec, Edo de México al espacio en donde estaban los libros usados: "TEXTOS CON EXPERIENCIA".
Me sorprende la coincidencia que en mis últimas horas de pertenencia a esta comuna tecnológica, lo haga compartiendo una de mis grandes afectos en la vida: mis libros.
Así, que cualquier interesado (1 texto por persona, para invitar a "ler" a más y más amigos), me manda un correo a chema.morales@gmail.com y acordamos la logística para entregarle en mano a mi amigo.
En las semanas siguientes, a medida que vaya depurando los libreros de la casa, pediré asilo para esos amigos que deben estar en mejores manos que las mías. Esto lo haré a través de mi blog: chemagoso.blogspot.mx, pues mis días en el facebook se agotan hoy a la medianoche.
Los voy a extrañar (hablando de los libros) y algunos/muchos (hablando de personas) integrantes de lo que hasta hoy fue mi barrio en facebook.
Queda mi correo y mi blog, por si hay algún interés por contactarme, aunque sea por preguntar por mis amigos los libros.
Es cuanto, sus señorías

viernes, 18 de noviembre de 2016

De hace dos años



Hoy la Facultad de Historia festeja su XLI Aniversario.
Yo ingresé como alumno en el año de 1990 y poco más tarde, tuve la oportunidad de quedarme a trabajar en ella. Así que llevo ligado a esta institución la friolera de 24 años… ¡casi un cuarto de siglo!… ahora comprendo el tono de mi cabello: desde hace tiempo que anda festejando el casi Aniversario de Plata y yo ni enterado.
Ante la relatividad de la conciencia sobre el paso del tiempo, dos remedios: 1) Responde a la pregunta de cuántos años llevas vinculado con la institución en la que laboras, y; 2) Cuando te mires al espejo, no cierres los ojos.
Después de tanto tiempo, sigo siendo el mismo, no sé si mejorado o devastado (término que le tomo prestado a Tania Elisa Suarez Juarez), pero el hecho es que aquí estoy y seguiré un rato más. Siempre hay algo que hacer y nunca se deja de aprender, en todos sentidos. Si ningún semestre es parecido a otro, mucho menos un alumno a otro. Ese es el reto constante: seguir aprendiendo para no convertirnos en formadores caducos de conocimientos obsoletos a las nuevas generaciones.
Del marxismo a los annales, a la historia de las mentalidades, al estudio de la vida cotidiana. Luego el giro lingüístico, el enfoque antropológico, la microhistoria, la historia cultural, la más “nueva” historia cultural… Cientos de apuntes y conocimientos que coexisten en mis desordenadas libretas de apuntes, notas, fichas de trabajo y, ni qué decir de una biblioteca de trabajo con problemas de obesidad continua, que pueden dar cuenta de cómo ha ido evolucionando el trabajo de historiador y, sin embargo, todavía recuerdo con mucha claridad el primer día que pisé las instalaciones de la Facultad de Historia a recibir mi curso de inducción.
A mis maestros, gracias. A mis colegas, con los que no siempre coincidimos, también. Pero sobre todo, a los amigos, antiguos pobladores de los pasillos del edificio R en los lejanos años de la década de los noventa del siglo pasado y que seguimos en pie de lucha, gracias también.
Así, que a celebrar a mi casa de estudios, mi centro de desarrollo profesional y humano.

Testimonial

Galia: tus papás, tus hermanos, tus abuel@s, tus tí@s, tus primos, tus compañeros y amig@s, sabemos que todo va a salir bien. Te queremos

Los sobrinos



Pregunta inocente de mi sobrina Galia (8 años): "Tío, ¿estás trabajando o estás viendo facebook porque yo sí ocupo el escritorio"... ya me dió el remordimiento... ahí nos vemos al rato... me pongo a trabajar un rato

jueves, 17 de noviembre de 2016

Calamaro y Bunbury

¡Vaya viaje el de ayer!
Un viejo rockero argentino, Calamaro, solvente, con demasiadas tablas para ganarse al público más escéptico, dio inicio a un breve compendio del rock iberoamericano, la variedad de estilos y de géneros que son muestra de su versatilidad, desfilaron por el escenario moreliano, ya en el punto más alto de su actuación, pausa para tomar descanso y jalar el oxigeno necesario para la segunda parte. Después de bajar de la nave, el showman Bunbury nuevamente hizo de las suyas y con la potencia de su voz y de su actuación, ya no dio respiro a un público que se había entregado desde hacía muchas canciones. El encore final entre estas dos figuras simplemente fue delicioso, el punto más emotivo, fue la interpretación de Crimen, como homenaje al maestro Cerati. Justo en ese momento, me dí cuenta que sonreía y escurría una lágrima al mismo tiempo. La sonrisa, por un concierto redondo en todo su concepto, la lágrima, por el rockero que hace poco partió y que también forma parte de mi soundtrack personal.

Galileo

Estuviste en este programa!!!
Programa especial transmitido el día 30 de noviembre de 2009 Horario: 22 a 24 horas Se cumplen exactamente 400 años de la primera observación con telescopio....
YOUTUBE.COM|DE AUGUSTO DESGARENNES

Me encanta la Alma Delia

No soy millennial, puedes tener mi atención absoluta por más de tres minutos. (Una playera que diga)

Tal vez el mundo se divide entre los que les gusta ler y crer en todo y a los que nos gusta leer y no creer en nada.

Horror o terror



¿Horror o terror? ¿Literatura o realidad?
http://www.revista.unam.mx/vol.13/num2/art19/art19.pdf

IBARGÜENGOITIA

A 30 años de su muerte, un autor imprescindible
JORGE IBARGÜENGOITIA*
Por Jorge Ibargüengoitia
La conferencia dio principio con cinco minutos de retraso y con la asistencia del conferenciante, el jefe del Departamento de Literatura, el señor Crespo de la Serna y cuarenta y seis desconocidos.
Después de presentarse a sí mismo, el conferenciante explicó que no iba a leer la conferencia, por la sencilla razón de que no la tenía escrita; y que no la tenía escrita, porque consideraba que si dicha conferencia formaba parte de un ciclo intitulado “Los narradores ante el público”, y allí estaba el narrador y allí estaba el público, no hacía falta ningún papelito. Dijo que lo ideal sería que el público preguntara y el narrador contestara, pero que como creía que el público real era incapaz de hacer preguntas atinadas, iba a comenzar haciendo las tres preguntas fundamentales que hubiera hecho un espectador ideal, iba a responderlas y que después, el público real tendría derecho a hacerle las preguntas que considerara pertinentes.
Las tres preguntas fundamentales fueron las siguientes: ¿Por qué escribía el conferenciante? ¿Cómo escribía? ¿Qué escribía? La primera se refería a sus motivos, la segunda a sus métodos y la tercera a sus obras.
Al contestar la primera pregunta, el conferenciante declaró que escribía por deformación profesional. Los escritores se llaman escritores porque escriben y tienen que seguir escribiendo para seguir llamándose escritores. Los escritores son como las gallinas, que tienen que poner un huevo de vez en cuando para justificar su existencia. Éste es el motivo fundamental de todo escritor: escribe, porque es escritor; pero además, todo escritor tiene motivos secundarios: hay quien escribe por dinero, hay quien escribe por vanidad, hay quien escribe porque cree que sabe algo que los demás ignoran y que conviene que todo el mundo sepa, hay quien escribe porque quiere leer un libro que no existe.
El conferenciante declaró que lo que ha ganado por los libros que ha escrito es una miseria incapaz de tentar a un mendigo; que los elogios que ha recibido son nada comparados con las censuras que se le han hecho y que además, ha sido elogiado por sus vicios más censurables y censurado por sus virtudes más elogiables, agregó que no aspira a ser declarado Hijo Predilecto de su ciudad natal, ni a que fragmentos de sus obras lleguen a formar parte de las Lecturas selectas incluidas en el Libro de Texto Gratuito, ni a ser Miembro de Número de la Academia de la Lengua, ni a que una escuela rural lleve su nombre. Con lo anterior quedan descartados el dinero y la vanidad de sus posibles motivos secundarios. ¿Tiene entonces intención didáctica el conferenciante? Es decir, ¿cree que sabe algo que todo el mundo ignora y que conviene que todo el mundo sepa? El conferenciante está convencido de que sabe muchas cosas que la mayoría de las personas ignoran, pero no ve la utilidad de (ni tiene mayor interés en) que lo que él sabe lo sepan también los demás.
A continuación, el conferenciante confesó que escribe un libro cada vez que quiere leer un libro de Jorge Ibargüengoitia, que es su escritor predilecto.
Al responder a la segunda pregunta que él mismo se había formulado, a saber “¿cómo escribe?”, el conferenciante confesó otra deformación profesional, que le viene de haber sido dramaturgo antes que narrador. Para ilustrar los efectos de dicha deformación, hizo la descripción siguiente: El señor que está sentado en un sillón leyendo una novela es un personaje muy diferente al señor que está en un teatro viendo una representación. El primero está propenso a abandonar la lectura en cualquier momento y por razones tales como: que se aburra del libro, que se quede dormido, que oiga un ruido sospechoso en la azotea, que llegue un visitante inoportuno, que le dé hambre y tenga que ir a la cocina a preparar algo de comer, etcétera. Es decir, el escritor no sabe en qué condiciones va a ser leído su libro. El lector está en libertad de leerlo de principio a fin o suspendiendo la lectura doscientas veces en los momentos mas inapropiados. El señor que está en el teatro, en cambio, es un personaje que quiere llegar al final del acto, para salir a fumar un cigarrillo, y de la obra, para ir a su casa a cenar, a beber o hacer el amor. La diferencia de las circunstancias en que se encuentran el lector y el espectador, es la causa de que existan novelas de ochocientas páginas y de que ningún autor sensato escriba una obra teatral que dure más de dos horas y media.
Por otra parte, el novelista nunca ve el monstruo que su obra está formando en el cerebro del lector, mientras que el dramaturgo tiene que ver, a su pesar, el monstruo que su obra ha formado en el cerebro del director escénico. Si el novelista habla de un bosque de encinos, nunca verá los bosques de fresnos, de enebros, de álamos, que se han formado en los cerebros de sus lectores. El novelista puede repetir varias veces una escena que le parezca interesante, puede establecer un diálogo filosófico que en la vida real duraría varias semanas, puede describir minuciosamente un partido de ajedrez o una taza de porcelana. Y puede hacer todo esto, porque el lector, por su parte, puede saltarse un capítulo entero, leer una página de cada diez, leer todo el libro sin entenderlo o, simplemente, dejar el libro a un lado, sin causar en el autor de novelas la angustia que produce en el dramaturgo un espectador que se queda dormido y ronca o que se levanta a la mitad del segundo acto y se va del teatro.
El conferenciante concluyó su explicación diciendo que la deformación profesional de dramaturgo que tiene, le ha impedido aprovechar las ventajas del novelista y que su obra más larga, Los relámpagos de agosto, puede leerse de un tirón y en dos horas y media. Su novela es la novela de un dramaturgo.
A la tercera pregunta “¿qué escribe?”, el conferenciante respondió que su obra narrativa consiste, a la fecha, en una novela y un libro de cuentos que no ha sido publicado, por lo que iba a referirse exclusivamente a la primera.
El supuesto narrador de Los relámpagos de agosto es el general de división José Guadalupe Arroyo, que participó en la “revolución del 29” y que se siente vilipendiado, injustamente relegado, mal retribuido y mal interpretado. De su narración se desprende lo siguiente: que el general Arroyo es capaz de participar en una conjura, pero incapaz de comprender cuáles son los fines que persigue dicha conjura, quién la provoca, qué es lo que quieren sus enemigos y, lo que es peor, qué es lo que quieren sus amigos; capaz de dar protección a don Virgilio Gómez Urquiza, gobernador del Estado, que es secuestrado por los cristeros, mientras Arroyo espera a estos últimos en la Cañada de los Compadres; capaz de respetar la vida del Padre Jorgito, pero capaz también de fusilar a su sacristán; capaz, en un arrebato de furor, de arrojar en una fosa recién cavada a quien el día siguiente será nombrado Presidente Interino. Todas estas características, dijo el conferenciante, él las comparte con su personaje. Él se siente vilipendiado, injustamente relegado, mal retribuido y mal interpretado, es capaz de participar en una conjura, pero incapaz de comprenderla, capaz de planear grandes operaciones, pero incapaz de cuidar los detalles, es respetuoso con los fuertes y despiadado con los débiles, inoportuno en sus explosiones de furor y muy torpe para cortejar a la autoridad. Además, el conferenciante confesó que a él también le gustaría tomarse una botella de coñac Martell cada vez que se siente deprimido, resfriado o eufórico. El general Arroyo, concluyó el conferenciante, es una máscara de Jorge Ibargüengoitia.
El general Arroyo se rasura en el pullman cuando el tren entra en la ciudad de México, porque al conferenciante le gusta rasurarse en el pullman cuando el tren entra en la ciudad de México. El tren llega a la Estación Colonia. ¿Por qué no la describe el general Arroyo? Porque tanto el general Arroyo como el conferenciante conocen la estación Colonia, entonces, ¿para qué van a describirla? El general da órdenes perentorias al jefe de estación, lo cual es uno de los sueños dorados del conferenciante. El velorio del general González se efectúa en una de las casas de Londres, que el conferenciante, que vivía enfrente, siempre consideró propia para velorios. Los generales toman mezcal en el Paraíso Terrenal, porque al conferenciante le gusta el mezcal. El General Arroyo no describe la mesa cubierta de vasos de sangrita, saleros y limones chupados, porque al conferenciante no le gusta la sangrita y porque el general Arroyo nunca describiría una mesa, ni limpia ni sucia, cuando tiene cosas más importantes que decir.
Con esta explicación terminó la primera parte de la conferencia y a continuación, el conferenciante invitó al público a hacer preguntas …
* Relación de la conferencia dada en el ciclo “Los narradores ante el público, celebrada en la sala Manuel M. Ponce, el 12 de agosto de 1966, y organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Presentación de libros

Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia
Teoría y práctica de la presentación de libros
Por Fabricio Mejía Madrid
Decidí no volver a presentar mis libros para ahorrarme la escena en que llevan a mi abuela arrastrando los pies con un tanque de oxígeno. O a las tías sobreactuadas coqueteando con alguien que creen que es un novelista y resulta que es el que conecta el sonido. O a mis padres conmovidos diciendo, sin entender nada, con el libro entre las manos: “Uhm, qué bien”. Si son los libros de uno, la presentación se asemeja peligrosamente a una intervención quirúrgica. Sólo en esas dos ocasiones la familia se toma en serio el irte a ver. Y, en muchos sentidos, escribir un libro, sobre todo una novela, es haber estado internado en un hospital en riesgo de no salir nunca más. Como en todo hay que saber cuándo ya está bien y salir a respirar el fresco, aunque sea en bata y pantuflas, y la sonda de café todavía conectada a la vena.
Tratándose de los libros de otros, la presentación cambia de aspecto. Es un excelente momento para repartir elogios sin mesura, chistes locales, amenazas veladas y, si no es tu amigo, destrozar su obra. Hay tres tipos de presentadores: los que van a hablar de sí mismos porque nadie los escucha en sus casas –son el tipo de gente que te toma del brazo mientras conversa contigo, lo que indica que mucha gente se ha ido cuando estaban hablando–, los que disectan el texto en treinta minutos sin tomar agua –cada vez que pasa una página, la gente se fija en el tambache que le queda por leer y suspira– y, por último, están los que sólo destruyen diciendo cosas como: “Este autor no es Dostoievski”. Pues no es, animal. Ni tú, Edmund Wilson. Estos últimos presentadores van y atacan sin ponerse a pensar que, quizás, el libro en cuestión le costó al autor una ciática, hemorroides o un matrimonio. Un crítico se bajó de la mesa después de haber insultado a un autor en presencia de su madre, y me confesó sin ningún remordimiento:
–No sé por qué lo ataqué. Ni siquiera lo leí.
–Pero dijiste que era el peor libro del año –le reclamé.
–Cualquiera es el peor. Es un país de mierda. Y, después, supe que el crítico se había mudado a Haití.
La no-lectura del libro que se presenta puede ser importante. Una noche entré a un bar y un tipo vagamente conocido se congratuló de que yo iba a presentar un libro esa misma noche, quince minutos después de que nos saludamos. –¿Yo? Vengo a tomarme una cerveza –le dije, extrañado.
–¿No viste el anuncio en La Jornada?
Y pasé a presentarlo sin haberlo leído. Después lo supe: alguien se confundió en la editorial y, en lugar de llamarme, le llamaron a Fabrizio León, el fotógrafo, quien, por supuesto, les dijo que sí, les colgó, y no apareció. La coincidencia es parte sustancial de la literatura, así que me bebí un garrafón de vodkas para darme valor y me subí a presentarlo. Hablé de mi amistad con el autor. Y creo que fue la mejor presentación de un libro que he hecho. Con el vodka a la altura de los ojos, le dije:
–Has de haber escrito un gran libro, hermano. Ven aquí.
Y nos abrazamos mientras el público aplaudió hasta que se les secaron las lágrimas.
Pero lo que hay que tener en cuenta cuando uno presenta un libro en buena lid –es decir, uno lo leyó, escribió cinco cuartillas ligeras y remata con un chiste o con una cita– es al público. Hay varios tipos. Están los viejitos que van a todas las presentaciones porque es su única vida social: se toman unas copas de vino gratis, cenan canapés y se hacen de palabras con algún poeta intoxicado. Esos viejitos son los que se duermen a la mitad de tu lectura pero, luego, van y te felicitan muy cordiales sólo para ver de cerca el escote de tu novia. Están los que creyeron que era otra cosa y se aburren. Son los que se miran los zapatos a los veinte minutos y acaban abriendo el periódico a los veintidós. Hay quienes te siguen en todo con la cabeza, los ojos absortos, una sonrisa, y a la hora de las preguntas descubres que no estaban entendiendo nada: “Es de que usted dijo que la matanza de Tlatelolco o sea que sí ocurrió en verdad, ¿o sólo en el libro de Elena Poniatowska? Si me podría aclarar, ¿verdad?”. Entre estos espectadores están los que siempre preguntan asuntos como: “¿Y de dónde saca usted la inspiración para escribir?”. O los tribunos que fueron oradores en la asamblea sindical y hoy agarran cualquier auditorio para tirar sus netas: “Como ahora que el neoliberalismo elige a los presidentes de todo el mundo con su bota lodosa. Viva Hugo Chávez, señores”. Hay misterios, también. Los que toman notas pero no hablan. Y siempre está la guapa a la que uno le dedica miradas supuestamente cómplices pero a quien siempre le suena el celular, se sale y no regresa.
Se presentan libros para que alguien se entere de que aparecieron. Yo decidí hace unos dos libros sólo presentarlos ante la prensa. Como puta, me encerraron en una oficina de la editorial a recibir a cuanto reportero cultural llegara. Fue una larga fila. Pero más de la mitad empezaba la entrevista con la misma petición: “¿Me podría sintetizar lo que dice su libro en dos minutos? Es que la jefa de la sección cultural se lo quedó y no pude leerlo”.
Es como si la puta, además de satisfacer fantasías, tuviera que inventárselas a sus clientes. Creo que a más de dos les dije que mi novela sobre el PRI, El rencor, se trataba de una estatua de Emiliano Zapata que se tiraba una flatulencia y desataba un culto global. A lo mejor por eso no se ha vendido.

Con la doctoria

Casi casi como paparazzi en la FIL, con la añorada Dra. Rose Mary de Nocturninos

Escribir a mano

Y son sólo 30 razones, pudiendo haber otras tantas más...
30 razones pueden no ser bastantes para darse a explicar lo inexplicable, pero al fin es verdad que la tecla y la tinta son cualquier cosa menos equivalentes.
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