viernes, 18 de noviembre de 2016

De hace dos años



Hoy la Facultad de Historia festeja su XLI Aniversario.
Yo ingresé como alumno en el año de 1990 y poco más tarde, tuve la oportunidad de quedarme a trabajar en ella. Así que llevo ligado a esta institución la friolera de 24 años… ¡casi un cuarto de siglo!… ahora comprendo el tono de mi cabello: desde hace tiempo que anda festejando el casi Aniversario de Plata y yo ni enterado.
Ante la relatividad de la conciencia sobre el paso del tiempo, dos remedios: 1) Responde a la pregunta de cuántos años llevas vinculado con la institución en la que laboras, y; 2) Cuando te mires al espejo, no cierres los ojos.
Después de tanto tiempo, sigo siendo el mismo, no sé si mejorado o devastado (término que le tomo prestado a Tania Elisa Suarez Juarez), pero el hecho es que aquí estoy y seguiré un rato más. Siempre hay algo que hacer y nunca se deja de aprender, en todos sentidos. Si ningún semestre es parecido a otro, mucho menos un alumno a otro. Ese es el reto constante: seguir aprendiendo para no convertirnos en formadores caducos de conocimientos obsoletos a las nuevas generaciones.
Del marxismo a los annales, a la historia de las mentalidades, al estudio de la vida cotidiana. Luego el giro lingüístico, el enfoque antropológico, la microhistoria, la historia cultural, la más “nueva” historia cultural… Cientos de apuntes y conocimientos que coexisten en mis desordenadas libretas de apuntes, notas, fichas de trabajo y, ni qué decir de una biblioteca de trabajo con problemas de obesidad continua, que pueden dar cuenta de cómo ha ido evolucionando el trabajo de historiador y, sin embargo, todavía recuerdo con mucha claridad el primer día que pisé las instalaciones de la Facultad de Historia a recibir mi curso de inducción.
A mis maestros, gracias. A mis colegas, con los que no siempre coincidimos, también. Pero sobre todo, a los amigos, antiguos pobladores de los pasillos del edificio R en los lejanos años de la década de los noventa del siglo pasado y que seguimos en pie de lucha, gracias también.
Así, que a celebrar a mi casa de estudios, mi centro de desarrollo profesional y humano.

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