viernes, 16 de octubre de 2009

Crónica de un jueves por la tarde en la Alameda


México, D.F. 15 de octubre de 2009

El descontento se huele en el aire. Todo el día no ha sido más que la tensa preparación del malestar que recorrerá estas calles. La cita es a las 16 horas, pero el reclamo no respeta horarios y un primer contingente toma el asfalto a eso de las 11:30 y la ciudad comienza a convertirse en escenario y espectadora de las exigencias de sus habitantes. 17:45, el flujo humano, desde el Ángel de la Independencia, hasta el Zócalo, alza la voz y en el fondo se escucha un sólo canto: justicia, un alto a la impunidad y a la corrupción. Consignas muchas, amargas, con rencor, con muchos elementos de verdad: “Señora Hinojosa, ¿porqué parió esta cosa?” , “Felipe CalNERÓN, el país está que arde”. De Madero a Tacuba, de Tacuba a Donceles, ríos de gente, hay que cruzar entre ellos si es que algún rumbo tienen tus pasos. Al llegar a la Alameda la imagen se magnifica y las señales y sentidos se confunden. El Hemiciclo a Juárez está fuertemente custodiado por policías antimotines con cara de niños, tensos unos, algunos otros con ganas de sumarse al contingente. Los espectadores aplauden y se suman a la poesía urbana a su manera: “Felipe, no apagues la luz de tu pueblo”. Al centro de la Alameda, los que no tienen fuerza o esperanza para seguir gritando, apagan su tristeza con una botella de alcohol u oliendo un pedazo de estopa con activo. En la esquina más lejana, un soldado y su Juana, a los cuales no les cabe la felicidad en el pecho, se abrazan y se besan tímidamente, como con miedo de que el mundo les arrebate ese momento. Por Avenida Juárez, la ciudad clama justicia. Por Avenida Hidalgo, el amor reclama otra oportunidad. Hora de bajar al andén del metro. Rumbo a la terminal Observatorio la duda se me clava en la memoria ¿Qué dirá la historia mañana sobre la marcha, sobre la ciudad, sobre el soldado y su Juana?...



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