sábado, 10 de octubre de 2009

Sábado frío y gris

En preparatoria, el profesor de literatura universal, nos explicó que para la cultura hindú, el centro y motor de las emociones se encuentra ubicado en el estómago y no en el corazón. Y esto lo traigo a colación, porque hoy sábado la vida me sacudió otra vez con un puntapié sobre el estómago. Las aves de mal agüero transformadas en un msg daban cuenta de la muerte de un amigo. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? Son preguntas que hasta este momento no puedo responder. Sólo tuve 20 minutos para acudir a la misa de cuerpo presente, otros 20 minutos para presentar las condolencias a la familia y dejarles en la intimidad ceremonial de la cremación. Me esforzaba por creer que podía ser una prolongación de la mala noche que había pasado. Que era la pesadilla que se negaba a desaparecer. Pero no era así, él estaba muerto y punto. De regreso a casa, en la soledad del automóvil y la eternidad de los semáforos en rojo, la tristeza dio paso al caudal irrefrenable de la nostalgia y los recuerdos. Scout un día, scout toda la vida. Nos conocimos y aprendimos a ser amigos en el movimiento scout. Con marcadas diferencias sobre el sentido del humor y las bromas, pero siempre claros sobre los principios que marcarían nuestras vidas después del escultismo; se consolidó una amistad, que aunque lejana, prevalecía hasta hoy día. Para bromas que se gasta el destino: apenas el jueves recuperaba anécdotas y desventuras de mi paso por el grupo 3; todavía el viernes en la noche, casi al mismo tiempo de la hora de su deceso, compartía el recuerdo de aquellas calles y colonias donde los amigos scouts nos enseñamos a conducir automóviles. Hoy ya no puedo hacer nada y no me salen las palabras. Hasta luego, Lalo...

¿Por qué perder las esperanzas
de volverse a ver?
¿Por qué perder las esperanzas
si hay tanto querer?

No es más que un hasta luego,
no es más que un breve adiós,
muy pronto junto al fuego
nos reunirá el Señor.

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