jueves, 15 de abril de 2010

Rompiendo el silencio


Sin título

Estoy seco de palabras, escaso de imaginación, falto de vocación por intentar una crónica sobre lo cotidiano. Miro la vida con la sorpresa de un niño que por primera vez, subido en un sillón, se asoma a la ventana y no entiende lo que observa. Ante la sobreinformación de los medios y el contenido de las primeras planas, busco nuevos temas y mejores motivos en el mundo que me alejen de este sentimiento de derrota de la sociedad frente a la cruel deshumanización. Pocas cosas dan consuelo estos días. Y una de ellas eres tú. Que para mi sorpresa y tristeza he notado que también te acuestas preocupada por los partes de guerra en que se han convertido los noticiarios y te levantas a la mañana siguiente con la incertidumbre de poder alcanzar el final del día, ante el campo de batalla en que se han convertido las calles de nuestra ciudad. Por eso es que te abrazo tanto. Por eso es que busco con frenética ansiedad tus manos. Por eso es que no quiero que escapes de la protección de nuestra habitación. ¡Ven!. ¡Sigámonos amando! No despiertes del sueño de los besos. Que si el mundo se va al carajo, ¡que se vaya! Hagamos de estos íntimos momentos, el último refugio para la paz.

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