sábado, 5 de junio de 2021

Como esperando abril


6 de marzo de 2021

Es marzo y mi tránsito por sus días va lento, como si de la mano del tercer mes del año se prendieran, para no extraviarse, las horas y las memorias que amueblan la vida cotidiana; avanzo y noto que mi capacidad para observar las ausencias se ha agudizado. ¿Se notan más o son más? Quizá ambas cosas son una posibilidad indivisible. Cómo sea, advierto que a mi rompecabezas de lo cotidiano comienza a faltarle cada vez más piezas para intentar resolverlo con la ilusión de que algún día podré, nuevamente, completar la tarea. Lo dudo. Lo sé.

Ahora que hacen tanta falta las certezas, estoy seguro de que los rompecabezas incompletos son una de las pocas verdades inobjetables de estos días. Al mismo tiempo que reconozco esa perfeccionada habilidad de la observación, también sé que internamente he desarrollado una silenciosa estrategia de contención de las emociones (hay que abrir la sombrilla y guarecerse de las inclemencias). En la medida de lo posible evito preguntar o especular la razón de dichas ausencias. En la mayoría de los casos anticipo saber la respuesta, no por poseer un arcano arte adivinatorio, sino por el argumento contundente y lapidario de la probabilidad.

El jueves pasado lo volví a confirmar: ante la ausencia de una de mis figuras de abastecimiento en el mercado me topé de frente con la respuesta que ya sabía yo desde antes. No supe qué decir. Tomé mi bolsa con prisa y espeté alguna frase hecha para tal situación y me retiré como avergonzado por mi imprudencia, por mi atrevida insensatez de preguntar lo que en estos días ya se sabe, por mi pequeña y frágil porción de ingenua esperanza. Fallé de nuevo en mi propósito de autocontención. Quizá deba aceptar, y reconocer, que solo he llegado a marzo como esperando abril, para que, como en la canción de Silvio Rodríguez, el tiempo vuele y la vida allá afuera vuelva a ser un jardín:

Mucho más
allá de mi ventana
mi esperanza jugaba
a una flor,
a un jardín,
como esperando abri
l.

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