sábado, 5 de junio de 2021

De libretas, música y viajes



13 de marzo de 2021

Comienzo con una confesión no solicitada: tengo muchas libretas. ¿Qué tiene de especial esa declaración? Que sin tener método o sistema, desde hace más de dos décadas, muchas veces registro apuntes sobre lo que veo, leo o escucho. Así, en estas libretas he ido reuniendo una especie de miscelánea sobre la vida. Conviven y coexisten, en la misma condición de jerarquía e importancia, citas sobre lo leído, letras de canciones que continúan instruyendo mi educación sentimental y pequeñas notas de viaje que son constancia íntima de las ocasiones que la oportunidad me permite salir de mis espacios habituales.

Ahora que reviso una de esas libretas en busca de algún material para mi colaboración semanal, encuentro una especie de regularidad en esos apuntes, una suerte de ritual antes inadvertido: cada vez que levanto el apunte sobre un viaje, casi siempre aparece una referencia musical; quizá sea porque tanto con la música, como con los viajes a mí me ocurre una experiencia irrepetible y como lo dijo Fernando Pessoa en su libro del desasosiego: “Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Y quizá sea cierto. Yo cuando escucho música, viajo, y cuando viajo, procuro escuchar música. Ambas actividades forman parte de un mismo ritual. Les comparto un par de esos apuntes geográfico-musicales.

I

Los casi 13 kilómetros entre el hotel y la sede del curso eran la repetición continua de un paisaje casi uniforme. Una ciudad, trabajosamente vista desde el interior del ensardinado metrobús y que, además, se escondía detrás de la múltiple publicidad que la inunda. En el trayecto recorrido a diario el cartel que se repetía sin cesar era el de la próxima presentación de Dani Martin en el Plaza Condesa. Sin ser un gran conocedor de la trayectoria del artista, entre las 21 estaciones de mi origen y destino, daba tiempo suficiente para recodar algunas estrofas de sus canciones. Pero no fue sino hasta el último día de mi estancia en la gran metrópoli, despedida de por medio, que hasta entonces entendí, que el soundtrack sugerido para mí, era justo una canción del cantante español. Con el cansancio acumulado de los días, las emociones que creía dominadas, comenzaron a recordarme, que en cierto sentido, esta ciudad sigue siendo un sutil dolor para mí. Ajustando mochila e impermeable, volví sobre los pasos y de vuelta a la realidad. Mientras, en el Ipod, Dani Martin me recordaba que a veces es necesario partir de cero. Solo a veces…

Ciudad de México, Junio de 2017

II

La quietud de la ciudad invitaba a disminuir el ritmo de los desplazamientos y las excursiones. El viento frío de la sierra de Castilla y León resultaba cómodo para los abulenses, quienes lo soportan en camisa y blusas de manga corta, pero no para los visitantes, que debimos salir protegidos por lo menos con un suéter o una chamarra ligera. Siendo casi mediodía, se impuso el almuerzo acostumbrado. Así que buscamos acomodo y refugio en el bar del Palacio de Sofraga, uno de los tantos espacios medievales que han sido acondicionados para las necesidades de los paseantes modernos. Bocatines, pinchos y otras tapas llenaron la mesa. La conversación fluía, pero en cosa de segundos mi atención se ubicó en otro sitio: al fondo de la bodega las notas de una canción y una cantante, que identifiqué inmediatamente por su voz, hicieron que centrara toda mi atención en la pantalla del televisor. Así, me encontré con Rosana y su más reciente producción discográfica, que a pesar de tener casi un año de haber sido publicada, no tenía el delicioso placer de conocerla. Concluido el video, mi atención se enganchó de nuevo al lugar, a las personas y a la conversación abandonada unos minutos antes. En el fondo de mi pecho se incubaba un cálido sentimiento de alegría, como cuando uno se encuentra por casualidad con un amigo en algún punto de este planeta. Así fue con Rosana y su canción.

Ávila, España. Septiembre de 2017

***

Mis libretas son, entre otras cosas, las bitácoras donde caben la brújula de mis pasos, el color de los recuerdos, el aroma de mis lecturas y un pentagrama del soundtrack que acompaña a mis latidos.

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