martes, 29 de diciembre de 2020

A Ernesto Cardenal


8 de marzo de 2020

Yo ví la Revolución Sandinista por televisión. Recuerdo algunos reportajes que daban cuenta de las fuerzas rebeldes en contra del dictador Anastasio Somoza. La caída del Bunker de Somoza quedó registrada en la tv y en las fotos, que muchos años después supe que fueron tomadas por Pedro Valtierra. Fue en la época que tuve a mi primer mascota, un perro criollo a quien tuve la mala decisión de nombrarlo Somoza, sin saber que honraba inmerecidamente al dictador centroamericano. No fue esa la intención, pero así se llamó mi primer perro.

Años más tarde me inscribí a la Escuela de Historia y sabría de la larga lucha en América Latina para salir del subdesarrollo, la miseria y la opresión. Llevé una materia optativa sobre movimientos armados de izquierda y recuerdo la gran sorpresa que me provocó el momento en que aprendimos cómo ciertos sectores de la iglesia católica latinoamericana eran quienes encabezaban las luchas contra las dictaduras a través del apostolado y postulados de la Teología de la Liberación y su opción preferencial por los pobres.

Fue una época intensa de estudio que no sólo incluyó Historia, Política y Economía, sino también música y poesía. Mucha trova. De la vieja y de la Nueva para ese entonces. Y también mucha poesía. De la poesía, sería muy larga la lista de los vates que disfrutamos y compartimos con los compañeros y colegas de la Escuela.

Desde ese momento Ernesto Cardenal se convirtió en un personaje central en nuestros intereses académicos y literarios: sacerdote, guerrillero, teólogo, poeta y posteriormente ministro de cultura, era del tipo ilustrado, con compromiso social, que destacaba sobre muchos de sus correligionarios.

Su interpretación muy personal de la palabra de Dios le valió la amonestación pública y la sanción del Vaticano para el ejercicio del sacerdocio. Lo condenó Juan Pablo II y lo absolvió el papa Francisco. En lo político, desde muy tempranas fechas, ante la desviación de los ideales y principios revolucionarios del Sandinismo nicaraguense, le valió el veto y la persecusión de Daniel Ortega. Otrora héroe, ahora, caricatura de dictadorzuelo.

Y sin embargo, Ernesto Cardenal siguió escribiendo, poesía ante todo, de contenido social, de arrebato, de pasiones, sobre el campo, de todo.

Ayer, a medio camino de regreso a casa, me entero que falleció este poeta, y no podía, más que elaborar esta breve nota, para agradecerle lo mucho que aprendí de historia, política y de poesía, pero también, para desearle buen viaje.

Descanse en paz, Ernesto Cardenal, el poeta de la boina negra.

Epigramas
Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti nadie te amará como te amaba yo.

Muchachas que algún día
leais emocionadas estos versos
y soñéis con un poeta.
Sabed que yo los hice
para una como vosotras
y que fue en vano.

Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro
de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.

Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fui a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.
(De Epigramas)

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