martes, 29 de diciembre de 2020

Diario de la pandemia / 3


11 de abril de 2020

Jueves 19 de marzo
Procuramos desarrollar la agenda como un día normal. Acudimos al tianguis y realizamos la compra de verduras y frutas, sobre todo, en cantidades regulares para nuestro consumo. Lo que fue extraordinario, fue la visita al supermercado, ya que con la cada vez mayor insistencia y llamados a mantener la sana distancia, el gusanito interno de la previsión nos convenció de hacer una pequeña compra de productos extras para la despensa: cereales, agua embotellada, carnes frías… y sólo quedó pendiente la compra de productos de limpieza con antivirales: no hay. Papel higiénico que dicen que no había, sí lo hay, pero con un notorio incremento en el precio. No soy el más ducho en el tema de las finanzas domésticas, pero alcanzo a percibir cierto desequilibrio al momento de pagar mi compra entre lo que reporta la pantalla de la caja del súper, con la cantidad de productos sobre la mesa. Casos confirmados: 164. Casos sospechosos: 448.

Viernes 20 de marzo
Acudo a mi trabajo en el horario que debo de cubrir mi guardia e inmediatamente me llaman para girarme nuevas instrucciones: es momento de cerrar las instalaciones, de preparar la documentación y el equipo que pueda uno llevarse para seguir trabajando en casa hasta nuevo aviso. Comunico a mis compañeros que si tienen objetos personales que deban recoger, pasen por ellos porque cerraremos instalaciones y no sabemos hasta cuándo terminará esta contingencia. Se reprograman actividades de mantenimiento que se tenían contempladas para la tarde y llamo a la casa para pedir que pasen por mí. En lugar de regresar a casa, inmediatamente nos dirigimos otra vez al supermercado y ahora sí hacemos una despensa específica para la contingencia, basada sobre todo en congelados, enlatados y productos de larga duración por aquello de las dudas. Por la tarde debí de atender un asunto de salud ya programado, que suponía yo me iban a cancelar, pero me dijeron que se iba a desarrollar con las medidas precautorias que se suponía que ya todos conocíamos. Acudí, se realizó la cita y de vuelta a casa. Descargué los primeros títulos gratis de Anagrama. y en automático los agregué al anaquel de lecturas pendientes, de papel y digitales, que ya han de sumar varias decenas. No es algo de presumir, me digo para mis adentros, más bien algo que reconozco con cierta mezcla de vergüenza y de cinismo, también. Casos confirmados: 203. 606 sospechosos. Defunciones: 2. Primer día que se reportaron fallecimientos, no fue fácil conciliar el sueño en esta noche.

Sábado 21 de marzo
Primer día de reclusión total. Con R hemos conversado sobre la necesidad de implementar horarios y planeación de actividades dentro de la casa. No darle paso a la idea de que es tiempo libre o vacaciones adelantadas. Convencido de que estaré mucho tiempo en el estudio, decido limpiar y aspirar mis libros y libreros, como medida preventiva y organizativa para mi sueño guajiro de que ahora sí voy a leer todo lo que quiero, todo el tiempo. Terminé agotado y pospuse esta primera intención. Así, que pensé, una vez que finalizara mis tareas domésticas, le dedicaría un tiempo a practicar nuevamente los acordes, ritmos y canciones en mi guitarra que por periodos prolongados dejo guardada en su estuche. Estoy tan concentrado en mis proyecciones sobre mis ensayos musicales, que al tallar con demasiada fuerza uno de los trastes, me corto el índice de la mano derecha. De esos cortes finos, imperceptibles a la vista, pero que cada vez que ejerces presión, sangra y cuando deja de hacer lo anterior, a cada toque que realizas, te recuerda su presencia. Así, que el plan de la guitarra, tampoco lo comencé hoy. Editorial Acantilado libera su primer libro en plataformas, Tormenta de Nieve de Lev Tolstoi, lo descargo, pero no lo comienzo a leer. Tengo mucho tiempo para hacerlo después. Casos confirmados: 251. Casos sospechosos: 697. Defunciones: 2.

Domingo 22 de marzo
Nueva salida al mercado. Más víveres, sobre todo carne para congelar por aquello de que se prolongue mucho la contingencia. Decido que vayamos un poco más tarde, al fin y al cabo, casi no va a haber gente: ¡me equivoqué! Parecía un día normal de tianguis, ¡es más!, hasta quizá había un poco más de visitantes que lo normal. En todo momento traté de mantener la “sana distancia”, pero los puestos y los angostos corredores lo impedían. Saludar a lo lejos al conocido que viene a surtirse aquí. Recibir con sorpresa la palmada en el hombro de un entusiasta conocido. La sorpresa del día: R me regala un bebedero para colibríes. Llego a la casa, lavo el bebedero, preparo el jarabe y busco, con el mejor espíritu y conocimiento del ornitólogo interior que poseo desde hace un par de años, el mejor lugar para colocarlo. R espera un poco a que me pase el entusiasmo inicial y me pregunta que si recuerdo cuando S y su marido colocaron el bebedero en su jardín. Respondo que no y me dice: “Ten paciencia. Los colibríes tardaron en aparecer cuatro meses”. Mmmta… y yo que pensé que parte de la cuarentena la haría observando a esos seres alados”. Resignación. Signos típicos de Blue Sunday y apago mis inquietudes por hacer cosas con el gastado pero efectivo argumento: “mejor lo comienzo mañana que es lunes” y me dedico a ver una miniserie en Netflix y comencé los primeros minutos de una comedia sobre los Trastornos Obsesivos Compulsivos, por aquella recomendación médica que dice que es igual de importante la salud mental y la emocional, como la física. En tanto se desarrollan las primeras escenas, por mi mente comienza a rondar la duda de que si a todos los que, en algún momento o frecuentemente, nos jactamos de que preferíamos la soledad y calidez de nuestras casas, ahora estemos aprovechando y gozando plenamente de la recolonización obligada de nuestra privacidad e individualidad. Dejo mis cavilaciones para después, porque lo único que hace la peli es acelerarme el sueño. Casos confirmados: 316. Casos sospechosos: Defunciones: 2.

Lunes 23 de marzo
Plan tentativo: ejercicio matutino, desayuno, limpieza, aseo y ponerse a trabajar (revisando apuntes, tareas, lecturas académicas, esto no incluye a las redes sociales, a las cuales he regresado, furtiva, pero constantemente). Momento satisfactorio por la mañana: llegó un colibrí al bebedero que coloqué para ellos. En la sobremesa del desayuno abro mi pecho y digo: “¿Habrá una relación directa entre que un individuo que goza de todas sus capacidades lógicas, cognitivas e intelectuales, especializado, por ejemplo, en el área de humanidades y que ahora, debido a la pandemia, busque información fidedigna en términos académicos y científicos, como para convertirse en una voz válida o autorizada en el tema del COVID a nivel nacional o internacional?” R me mira entre intrigada y preocupada y me anima a tomar el resto del café que queda en mi taza, porque es hora de comenzar el plan trazado para hoy. A las 11, estoy en mi escritorio, listo para recibir una primera capacitación sobre una aplicación de videoconferencias que puede ser útil para fines académicos. Intento fallido. El ancho de red está sufriendo la gota gorda para dar abasto a todos quienes creímos que podíamos hacer home office y formar parte de los trabajadores del futuro. Así, que me salgo antes de la sesión de capacitación y me dedico a reconfigurar el router, el extensor de wi fi y reingresar la nueva contraseña a todos los dispositivos con los que me conecto al mundo exterior. Pasada la etapa tecnológica del día, lleno la encuesta en línea llamada IMPACTO EMOCIONAL DE LA CUARENTENA POR CORONAVIRUS FACTORES DE RIESGO Y PROTECCIÓN que el Dr. Joaquín Mateu-Mollá está levantando desde que se declaró la pandemia. El médico Mateu- Mollá es Doctor en Psicología Clínica y especialista en Psicopatología, reside en Valencia, España, y es una persona a la que sigo desde hace un tiempo en Twitter. En la tarde termino de ver la película TOC TOC y me dispongo a mirar la rueda de prensa sobre la situación diaria del COVID-19. Editorial Acantilado libera en plataformas “En las montañas de la locura “de H. P. Lovecraft, lo descargo y también se va al montón de los pendientes. Finalmente, retomo el hábito de la lectura con una novela de una joven escritora mexicana, Alaíde Ventura, Como caracol, avanzo unas 150 páginas porque me atrapa la manera, aparentemente sencilla, de retratar el mundo de los adultos, donde ciertos códigos y conductas no son del todo comprensibles desde la mirada de una adolescente. Las analogías y los recursos que emplea me parecieron frescos, adecuados al uso del lenguaje de la protagonista. Me reservo las últimas 35 páginas para mañana. ¿De qué va la novela? De la familia, de la memoria, del envejecimiento y del Alzheimer. Ahora que muchos queremos olvidar, vengo a encontrar en esta mirada familiar sobre este enfermedad, una manera sui géneris para ejercer un poco de sanidad mental ante la pandemia. Casos confirmados: 367. Casos sospechosos: 826. Defunciones: 4.

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