miércoles, 30 de diciembre de 2020

Uno y los cometas


25 de julio de 2020

El semáforo epidemiológico no cambia y la prudencia llama a seguir guardando el confinamiento sanitario en casa. Los llamados a los buenos hábitos y la férrea disciplina para el aprovechamiento de este encierro -ahora dicen que voluntario- se pierden ante la indiferencia sobre la enfermedad, en otros casos, ante la inconsciencia del peligro de contagio, y en otros, por la apremiante necesidad de salir de casa, arriesgando la propia salud y la de los suyos. Así, quienes todavía podemos permanecer atrincherados nos motivamos y reinventamos todos los días, para evitar caer en la apática monotonía que puede conducirnos al tobogán sin freno de la desilusión, para seguir aguantando un poco más.

Los que iban a leer como posesos, poco a poco han ido espaciando esos momentos porque siempre hay otras cosas qué hacer antes de llegar al rincón de la lectura, ¿qué cosas?, no lo saben, pero es una excelente excusa para evitar esa responsabilidad. Quienes iban a aprovechar para los mantenimientos y reparaciones en casa, ahora les faltan muros o desperfectos que arreglar, para continuar en activa terapia física como recomiendan para la buena salud física y mental. Por otra parte, una gran legión de los que se propusieron como meta agotar todas las series y películas, de sus respectivos sistemas online, que su intelecto les marcaba como indispensables, divagan cada vez más por los mares de la negación para posponer, por un momento, el complicado momento de elegir un nuevo objeto de entretención.

La cuarentena nos comienza a minar poco a poco la idea, incierta pero altamente tranquilizadora, de que esto sería algo pasajero y vemos con preocupación que los calendarios y relojes se quedaron atascados en marzo y nosotros con ellos. Presto poca atención a los noticieros, porque parece que también se atoraron y repiten sin cesar las mismas notas, con la única diferencia de que sólo actualizan a diario las cifras de la enfermedad, la muerte y la violencia.

Es por ello que apenas y me percato de una nota que sale del tono trágico de las últimas semanas: el paso del cometa Neowise por la bóveda celeste, un fenómeno astronómico sin igual, que puede ser observado sin necesidad de telescopio; los científicos insisten en que no perdamos esta oportunidad, pues este evento se repetirá hasta dentro de 6,800 años y no creo llegar a esa nueva fecha. Esta invitación me hizo recordar aquellas clases que tomé en la Facultad de Historia en donde conocíamos y discutíamos sobre la permanente condición humana de asociar fenómenos astronómicos como augurios o presagios en el desarrollo de la historia de la sociedad.

Para el caso de nuestro país, la conquista de los pueblos y territorios mexica y tarasco se explican en las fuentes indígenas por la aparición de cometas como funestos presagios de su derrota y que se encuentran consignadas en La visión de los vencidos y la Relación de Michoacán, respectivamente. Dando un salto entre siglos, las apariciones del cometa Halley sobre el cielo mexicano en 1910 y luego en 1986, también fueron tomados en ciertos sectores de la sociedad como signos de cambio y transformación de la historia nacional.

De una vez lo dejo en claro: yo sólo quiero ver el cometa y no aventurar imprevisibles devenires históricos, pero si el cielo nublado de las últimas noches no me lo permite hacer, como ha sido hasta hoy, seguiré recostado en la azotea, esperando la oportunidad, mientras intento recitar en voz baja aquel poema de Benedetti que comenzaba así: “Mientras pasa la estrella fugaz/acopio en este deseo instantáneo,/montones de deseos hondos y prioritarios”.

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