martes, 29 de diciembre de 2020

Cri-Crí, las escuelas y la conexión potosina


29 de febrero de 2020

Es un hecho común la situación de que no siempre estamos conscientes de los lazos o afinidades personales que uno puede tener con la historia y con la geografía no sólo de la ciudad y del estado, sino también con otras épocas y zonas del país y del mundo. Y lo digo por lo siguiente:

Yo estudié en el Jardín de Niños “Filomeno Mata” y posteriormente cursé la primaria en la Escuela Tipo “David G. Berlanga”, a la que cariñosamente y con orgullo, sus alumnos y exalumnos, siempre nos referimos a ella como La Tipo. Ambas instituciones están ubicadas en el primer cuadro de la ciudad, formando parte de ese trazo urbano colonial que distingue a Morelia y que es parte del extenso catálogo de edificios, templos, plazas y jardines que sirvieron como argumento para ser reconocido el centro de esta ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1991.

Del kínder recuerdo y me recuerdan que en segundo año tuve una primera novia y que al pasar a tercero, abandoné esa primera relación porque me enamoré de mi nueva maestra. Eso dicen. Lo que yo recuerdo es a la Mtra. Marina Lemus, amable y atenta directora de ese centro escolar, quien nos dispensaba cuidados, consejos y un estricto sentido de los beneficios del orden y la disciplina para la vida desde nuestra formación preescolar. Yo no sabía que, décadas más tarde, seguiría teniendo relación y comunicación con ella hasta que falleció, puesto que fue la bisabuela de una rama familiar de mis sobrinos. Sobre el nombre de mi jardín de niños sólo me enteré que había sido un periodista y punto. No hubo mayor preocupación e indagación al respecto.

De la primaria atesoro más recuerdos y todavía conservo algunos amigos. De lo más valioso para mí fue el papel fundamental que tuvieron mis profesoras, tres mujeres, Rosa Quiróz, Alicia Cardiel y Eréndira Quiróz, que me condujeron desde mi entusiasmado descubrimiento del poder de la lectura y la escritura en primer año, hasta que terminé seis años después, la currícula que debía de cubrir todo estudiante de primaria. Cuando alguien sabía que La Tipo, además se llamaba David G. Berlanga y me preguntaban por el personaje, yo sólo respondía lo que en alguna extraviada conversación involuntaria había escuchado: “pus creo que fue un profesor muy importante” y daba el tema por agotado.

Y como bien dice el dicho: las vueltas que da la vida.

Estudié historia y me he dedicado a la docencia y divulgación de ella por, ya casi, 25 años, pero jamás volví a esos dos nombres y personajes, si no es por razones de carácter muy personal. Desde hace muchos años, por razones afectivas, y ahora familiares, me vinculé a la ciudad de San Luis Potosí. Mi tiempo libre y familiar, desde entonces, se divide en actividades en el altiplano semidesértico potosino y en el bajío moreliano. Y año tras año, acumulo kilómetros recorriendo de ida y vuelta ese camino.

He aquí la vuelta de tuerca: hoy abro mi buzón de correo electrónico y encuentro una invitación que hace El Colegio de San Luis a la presentación editorial del libro “David G. Berlanga. Un profesor reformista en el proceso revolucionario de la educación en San Luis Potosí, 1911-1913.” Y en lo primero que reparo es en la ubicación geográfica de la investigación sobre el personaje y, sin mucho esfuerzo, ahora sí se despertó la curiosidad por saber quiénes fueron esos personajes que dieron nombre a las instituciones educativas en las cuales fui formado.

Filomeno Mata (1845-1911) fue un profesor y periodista potosino, quien con su pluma, a modo de espada, combatió a las tiranías y dictaduras de su época; sus trincheras fueron las páginas de los diarios como el Monitor Tepuxtepecano, el Ahuizote, El Monitor Republicano, La Patria, Sufragio Libre y El Diario del Hogar. De ser un personaje cercano a Porfirio Díaz se convirtió en uno de sus principales críticos a través de su ejercicio periodístico. Contemporáneo de los hermanos Flores Magón y mentor, en tareas educativas y docentes, de David G. Berlanga.

David G. Berlanga (1884-1915), originario de Coahuila, fue un destacado alumno de las normales del Estado de Coahuila y de la Ciudad de México. Realizó estudios de especialización en pedagogía y psicología educativa en las universidades de Berlín, Leipzig, Estrasburgo y la Sorbona. Al triunfo de la revolución maderista regresó al país y fue nombrado Director General de Educación en San Luis Potosí, donde emprendió una reforma escolar que incluyó la elaboración las leyes y reglamentos para la educación primaria y normal, la ley para la jubilación de los profesores, la creación de comedores escolares, la apertura de bibliotecas, la creación de campos de juegos, además de la publicación de revistas de corte pedagógico. Asesinado Madero se sumó al ejercito constitucionalista y alcanzó el grado de teniente coronel, terminada esta etapa de la lucha armada, fue nombrado Secretario de Gobierno en Aguascalientes, donde comenzó a implementar un nuevo proyecto de reforma escolar, hasta que fue nombrado como delegado a la Convención de Aguascalientes, en ese intento por dirimir las diferencias entre los caudillos revolucionarios y pacificar el país. Crítico de los excesos de algunos de los militares revolucionarios, fue asesinado por el tristemente célebre Rodolfo Fierro, en el panteón de Dolores en la ciudad de México en 1915.

Así, casi cuatro décadas después, vengo a conocer la historia de los nombres de los personajes que se ubicaban en las entradas de mis primeros centros educativos y me pongo a reflexionar que quizá detrás de las notas y estrofas de la canción “Caminito de la Escuela” de Gabilondo Soler, “Cri-Crí”, que todas las mañanas escuchaba en la radio junto a mis hermanos mientras nuestra madre nos preparaba para mandarnos a la escuela, se encontraban los primeros pasos y referencias para apuntalar la ruta y brújula de comunicación y orientación bidireccional que tengo al día de hoy con San Luis Potosí.

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