miércoles, 30 de diciembre de 2020

Las letras extraviadas y los agitados mares de la memoria


12 de diciembre de 2020

 Comenzó el día con la incómoda y triste tarea de redactar un mensaje de apoyo y consuelo para una amiga por la repentina muerte de su madre. Así que, sin mucha claridad sobre cómo sacar adelante ese compromiso de amistad, decidí revisar mis libretas de apuntes y citas, que luego suelen sacarme del atolladero ese del no saber qué decir para un evento de ese impacto y trascendencia para esa familia. Pasé dos o tres páginas y decidí abandonar esa estrategia. Tratando de salir del paso, encendí un viejo disco duro, que guarda mejor los recuerdos que mi propia memoria y los minutos se fueron extendiendo hasta convertirse en horas, repasando archivos, pasajes y escritos perdidos ahí. Ahí estaba el registro digital de por lo menos 15 años de mi vida.

La mayoría los pude ubicar perfectamente en el contexto en que fueron generados o almacenados, otros más, no recordaba ni la razón, mucho menos el momento en que los había guardado para la posteridad. Del sentimiento inicial de tristeza que me llevó hasta este sitio, comencé a experimentar otras emociones, que iban de la sorpresa, a la alegría y a la nostalgia, hecho que provocaba que la lectura de esos registros fueran una especie de reflejos musculares en gran parte de mi cuerpo, sobre todo, en el área circundante al corazón.

Una foto de mi sobrina mayor con apenas un año de edad, cuando ahora está a punto de salir de la universidad. Una lista de canciones de 1995, a las que en ejercicio nemotécnico, escuchaba y me obligaba a pasar a computadora la letra, para procurar un buen funcionamiento a futuro del cerebro y de la memoria, cosa que evidentemente no ocurrió y así es que transitando este camino de carpetas y archivos, paulatinamente, fui  recuperando algunas piezas de un rompecabezas personal que creía resuelto y más simple de lo que ahí fui descubriendo.

No fue menor mi incredulidad cuando vi que en carpetas escrupulosamente ordenadas de 1995 al 2015, hay un buen número de textos, sobre todo con fines literarios, que se quedaron justo en la oscuridad de un baúl digital que no había sido abierto hasta hoy. De esos afanes literarios sólo quedan evidencias en la revista independiente ABC´S entre el verano de 1998 y la primavera de 2000, proyecto al que fui invitado por el director, promotor y difusor de esta alternativa, Mario Torres López, lo cual siempre agradeceré, porque ahí supe que lo mío lo mío no era ser escritor, sino seguir siendo apenas un lector, en ese entonces empedernido, ahora más disperso y distraído, pero que no cejo en el empeño, a pesar del aparente caos con el que elijo los autores y los libros que han de acompañarme en determinado momento.

En ese mismo registro de mi paso por las letras, encuentro los trazos, bocetos y apuntes desde los que alimenté los distintos blogs o bitácoras digitales en los cuales he querido darle salida a ciertas impresiones o lecturas de la realidad muy personales, tarea de las cuales hay vestigios desde el año 2007 hasta el 19 de noviembre de 2019, fecha en que hice la última publicación en mi blog. ¡Ya más de un año, caray!, y de inmediato trato de quitarme la incomodidad de esta omisión argumentando internamente que muchas de mis notas y apuntes los he dejado colgados en Facebook desde el 12 de abril del 2010, fecha que puntualmente me recuerda el Gran Hermano que controla esa plataforma.

Así, sigo encontrando rastros de mi paso por las letras y sus huellas en los caminos digitales, cuando el llamado de la realidad me regresa de golpe al día de hoy y entiendo que ya no debo de darle más vuelta a la encomienda inicial del día. Redacto la carta postergada, que fue la razón primaria que hizo dirigirme hasta mi computadora, y cuando estoy por terminar los detalles de cortesía finales para este tipo de textos, vía telefónica, mi sobrina me comparte la triste noticia del fallecimiento de una de sus amigas de la secundaria.

¡Otra vez no sé qué decir! ¡Maldita sea la escasez de palabras para situaciones así! Me quedo nuevamente en silencio y comienzo a entender que este repentino viaje matutino por la ruta de las palabras, de los archivos digitales y de la memoria olvidada, ha servido para mitigar en algo estos días tormentosos que por momentos no parecen dar tregua.

Hoy reencontré parte de mí en las letras extraviadas de ese viejo disco duro, sin saber que al final del día, iban a ser una tabla de salvación en el registro de estos días funestos, con la esperanza de que pronto vengan otros mares, con aguas menos agitadas, para todos.

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