martes, 29 de diciembre de 2020

Cuando por unos días fui huérfano


11 de enero de 2020

A mediados de diciembre, acompañando a mi madre a realizar a uno de sus trámites rutinarios como pensionada, me di cuenta que su credencial de elector vencía justamente con las doce campanadas del 2019, por lo que me di a la tarea de consultar la página web del Instituto Nacional Electoral, entidad gubernamental encargada de renovar o actualizar la identificación referida, para saber qué documentos debía de presentar mi progenitora para realizar la renovación de su credencial. La información era precisa y detallada de los papeles a presentar: uno que acreditara su nacionalidad mexicana (entiéndase acta de nacimiento), una identificación con foto y un comprobante de domicilio.

De los tres papeles a presentar nos faltaba el más importante: el acta de nacimiento. Ni mi madre, ni yo, ni ninguno de mis hermanos teníamos una copia de ella. Así, que aprovechando las ventajas de la tecnología, decidimos imprimir su acta por medio del portal electrónico del registro civil habilitado para ello. Y ¡oh sorpresa! El susodicho documento no se encontraba digitalizado. En un primer momento pensé que por la edad de la solicitante, 85 años, no había sido procesado, o como dijo días después mi madre, a lo mejor y ya me dieron por fallecida, a lo que respondí que tuviera un poco de paciencia, mientras, pedíamos auxilio a una amiga que laboró en el Registro Civil para que nos orientara sobre cómo localizar el documento que necesitábamos, pero habíamos pasado por alto que estábamos en pleno periodo vacacional y el tipo de trámite que intentábamos realizar debía de esperar al 8 de enero del 2020 para continuar con nuestra indagatoria.

Una vez estrenado el Nuevo Año y reiniciadas las labores, fuimos informados de que el acta de nacimiento solicitada sí estaba digitalizada, pero que no la habíamos podido localizar porque había un pequeño error en el segundo apellido en el acta digitalizada: se cambió una m por una n y en lugar de decir Palomares, como correspondía, el apellido consignado era el de Palonares. El detalle, mínimo, sí, hizo que nos preguntáramos una cuestión existencial profunda: cómo es que en los 85 años de existencia de mi madre todos sus documentos oficiales, llámense credenciales de elector, acta de matrimonio, actas de nacimiento de sus tres hijos, acta de defunción de su marido, certificados de estudios, trámites notariales, trámites en Hacienda, ¡hasta la CURP! ¡todo! absolutamente toda su actividad en papel oficial membretado que da cuenta de su paso burocrático por esta vida habían sido expedidos con el segundo apellido con M. Fue a partir de ese momento en que internamente comenzamos a parafrasear a Shakespeare, entonces mi madre ¿es o no es? ¿existe o no existe?

 Así, que si de origen existía ese error o inconsistencia en el documento original, había de iniciar un proceso de corrección de ese registro en papel que se tiene de mi madre. Se nos sugirió que acudiéramos a la oficina del registro civil del municipio en donde fue registrada para solicitar una copia certificada del libro en donde se encuentra asentado su nacimiento, porque quizá sólo fue un error de dedo en la captura del mismo y se podía generar la corrección o, en su defecto, dicha copia podía servir para iniciar un juicio de aclaración o corrección y saber si en verdad mi madre ¿es o no es?

Fuimos hasta el municipio en donde se encuentra el libro de actas original, en Huaniqueo de Morales y le explicamos al encargado de la oficina del Registro Civil sobre el problema que existía con la moderna acta digitalizada y todo el registro oficial previo en papel. Acuciosamente revisó los papeles que llevábamos y dijo: “En la plataforma digital ya está la corrección… ya no dice Palonares en el segundo apellido, sino Palomares, como ustedes afirman, pero de cualquier modo, le daré una copia certificada del acta original, por si existe la necesidad de realizar un proceso o juicio de aclaración, porque siguen existiendo errores entre el acta de papel y la que se encuentra dentro del sistema… Y de hecho, si lo que necesitan es un acta de nacimiento con los datos correctos de la solicitante, se la podemos extender sin ningún problema”. A lo que rápidamente respondimos que sí, porque lo que urge es renovar la credencial de mi madre para efectos de su pensión, el funcionario nos pidió un poco de tiempo en lo que certificaba el documento origen de nuestros andares tramitológicos.

Al quedarnos solos en la oficina, mi madre y yo comenzamos a revisar el acta que había dejado a la vista, para saber a qué se refería el encargado del trámite de que seguían existiendo errores entre el documento de papel y el documento digital y rápidamente dimos con ellos. Mi abuelo se llamaba Camilo Palomares Rangel y aparece registrado como Camilo Palomares Alcaráz y mi abuela, que se llamaba Cirina Palomares Alcaráz, aparece como Hivina Palomares, nada más. Cosa que hizo que se molestara mi madre, quien entre que se lamentaba porque mis abuelos no sabían leer ni escribir, de que los escribanos de la época anotaban lo que entendían o querían, y luego, al momento de digitalizar, quienes interpretaron ese documento de casi 90 años de edad, lo hicieron con buena intención, pero con poca capacitación para realizarlo.

Le dije que no se molestara tanto, que si ella estaba segura de sus raíces y orígenes familiares, eran pecata minuta esos detalles. A mí, en el fondo, ese cambio de Cirina por Hivina, me hizo jugar con la idea de que mi abuela tenía nombre y origen ruso, más allá de que si el abuelo era Rangel, la abuela Alcaráz, o bueno, ya no sé, porque entre tanto error y tanta corrección, yo también ya no sé bien quién soy y de dónde vengo.

Ya con los documentos bajo el brazo, mientras transitábamos el camino de regreso a nuestra ciudad, de a ratos, miraba por el retrovisor a la señora de 85 años de edad que venía dormitando en el asiento de atrás de la camioneta y me preguntaba ¿qué tan importante es lo que diga el Estado con respecto al cariño y amor que yo le tengo? ¿Será o no será mi madre? ¡Que lo digan los papeles oficiales y sus enredos! Pero en mi corazón no hay duda alguna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario