miércoles, 30 de diciembre de 2020

Nietzsche cibernético o de las redes sociales


26 de diciembre de 2020

Todo fue obra de la casualidad: subí una foto de mi mascota a Facebook, acompañada de un par de canes más y, al paso de dos días me hicieron ver que había echado a perder involuntariamente el efecto sorpresa para otros miembros de la familia, radicados más allá del Océano Atlántico, con un evento programado a futuro en el que estaría involucrado uno de estos peludos que aparecían muy monos en mi muro de esta red social. El bochorno por la metida de pata fue mayor, pues el desaguisado no pasó para mí como una anécdota más de las que se comparten y animan las sobremesas, sino que nuevamente me llevó a replantearme mi relación y uso de las redes sociales con todas las responsabilidades e implicaciones que tienen respecto a la privacidad personal de lo que ahí se comparte pero, sobre todo, en cómo no cometer errores, conscientes o involuntarios, que afecten la privacidad e interacción de terceros, que ni la deben ni la temen.

De por sí, de un tiempo a la fecha he mantenido una relación de respetuosa distancia sobre el uso de las redes; con lo ocurrido en esta historia, nuevamente, me planteo la necesidad de realizar una pausa de largo aliento sobre el uso de estas tecnologías de la comunicación. Y no es que me declare un tecnófobo, pero me queda claro que lo que sí debo revisar son mis formas de interacción, los contenidos y los tiempos que destino para el uso de ellas.

Esto me hizo retomar una de las tantas lecturas paralelas que había dejado inconclusa, el libro llamado Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato, escrito por Jaron Lanier. Pero ¿quién es Jaron Lanier? Programador, matemático, informático, artista visual y compositor musical; fue uno de los precursores de la realidad virtual, desarrollador de la Web 2.0, y actualmente es considerado como un filósofo de la informática. El libro referido, escrito durante 2107 y publicado en 2018, se ha convertido como referencia ineludible para el debate, parafraseando a Nietzsche, de la utilidad y de los inconvenientes de las redes sociales para la vida.

Estas diez razones son el hilo argumental que desarrolla a lo largo del capitulado de los libros y que su sola mención pueden darnos una de idea de por dónde va el posicionamiento del autor sobre el asunto al que quiere que pongamos mayor atención: 1) estás perdiendo el libre albedrío; 2) renunciar a las redes sociales es la mejor manera de resistir a la locura de nuestro tiempo; 3) las redes sociales te están convirtiendo en un idiota; 4) las redes sociales están socavando la verdad; 5) las redes sociales están vaciando de contenido todo lo que dices; 6) las redes sociales están destruyendo tu capacidad de empatizar; 7) las redes sociales te hacen infeliz; 8) las redes sociales no quieren que tengas dignidad económica; 9) las redes sociales hacen imposible la política, y 10) las redes sociales aborrecen tu alma.

Hay dos conceptos iniciales que se desarrollan a lo largo de las páginas, la descripción de las redes sociales como “imperios de la modificación de la conducta”; para referirse al algoritmo tan temido por todos nosotros, y que cada vez nos sorprende menos la capacidad de conocer mejor nuestros gustos, consumos y aficiones, desarrolla el concepto de incordio, al que define como la “máquina estadística que vive en las nubes computacionales (…) Recordémoslo: los fenómenos estadísticos y difusos son, no obstante, reales. Incluso en sus versiones más perfeccionadas, los algoritmos incordio solo pueden calcular la probabilidad de que una persona actúe de determinada manera. Pero lo que podría no ser más que una probabilidad para cada individuo tiende a ser una certeza en promedio para una gran cantidad de personas. La población general puede verse afectada con mayor predictibilidad que cualquier persona individual”.

Así las cosas. Llegó diciembre, época en la que se hacen balances y propósitos y yo, por lo pronto, hago examen de conciencia sobre esas diez razones mientras intento sobreponerme a la incómoda sensación de haber echado a perder la sorpresa a parte de la familia, todo por una fotografía de tres peludos dormidos en un sofá anaranjado. Mientras tanto, a sabiendas de que esto no es una metedura de pata: deseo que haya salud y paz para los tres lectores de esta columna, la cual hará una pausa y volverá a las andadas en enero de 2021 para seguir contando las cosas que se alcanzan a ver del mundo desde mi ventana.

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