miércoles, 30 de diciembre de 2020

Tres hojas del Diario de la Pandemia que el otoño ha arrastrado hasta aquí


26 de septiembre de 2020

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Salida al tianguis y al supermercado, seguimos con la estrategia de programar una sola excursión para abastecimiento, eso implica un diseño operativo de los productos un tanto diferente a como regularmente lo planteamos. Llegar y desinfectar con un paño, agua y jabón bolsas, empaques, frutas, verduras, y todo producto que esté dentro de las bolsas. El facebook me recuerda que es Día Internacional del Libro y aparte de compartir un par de notas sobre el evento, me planteo suspender mis lecturas “académicas” y realizar la lectura de una obra que sea muy propia para el día, por el evento que se conmemora y por el contexto en que este año se está realizando, y sin mucho debatir internamente, recupero mi ejemplar del “Hombre en busca de sentido” de Víctor Frankl, no para sentir consuelo porque otros sufrieron cosas terribles y peores para descubrir el sentido de su existencia, tal como lo postula la logoterapia que desarrolló este psiquiatra austriaco, sino para encontrar ejemplos de aliento para esos pequeños momentos en los que uno no sabe hasta dónde y cómo es que estaremos en este confinamiento y si esto, después de todo, está siendo efectivo para el control de la pandemia. Ya no espero con mucho optimismo que de esta experiencia salgamos renovados, transformados en la espiritualidad, en la relación con el prójimo y con la madre tierra, sino simplemente salir saludables de esta pandemia para posteriormente, ponernos a discutir sobre las cosas y valores que son importantes para cada uno de nosotros, y que como se los comenté a un par de amigos por medio del Whats… en este momento son la salud y la amistad.

En esta percepción modificada o anómala sobre el transcurrir del tiempo, se parece mucho a la experiencia plasmada por Víctor Frankl en su libro y que le nombró como un sentimiento de “existencia provisional”:

“El vocablo latino finis tiene dos significados: final y meta a alcanzar. El hombre que no podía ver el fin de su «existencia provisional», tampoco podía aspirar a una meta ultima en la vida. Cesaba de vivir para el futuro en contraste con el hombre normal. Por consiguiente cambiaba toda la estructura de su vida intima. Aparecían otros signos de decadencia como los que conocemos de otros aspectos de la vida. El obrero parado, por ejemplo, está en una posición similar. Su existencia es provisional en ese momento y, en cierto sentido, no puede vivir para el futuro ni marcarse una meta. Trabajos de investigación realizados sobre los mineros parados han demostrado que sufren de una particular deformación del tiempo —el tiempo intimo— que es resultado de su condición de parados. También los prisioneros sufrían de esta extraña «experiencia del tiempo». En el campo, una unidad de tiempo pequeña, un día, por ejemplo, repleto de continuas torturas y de fatiga, parecía no tener fin, mientras que una unidad de tiempo mayor, quizás una semana, parecía transcurrir con mucha rapidez. “

Y para esos continuos llamados a desarrollar una forma de vida normal en una situación totalmente excepcional y anormal para todos nosotros, me cae de manera providencial la cita de Frankl sobre ese sentimiento:

“Fue Lessing quien dijo en una ocasión: «Hay cosas que deben haceros perder la razón, o entonces es que no tenéis ninguna razón que perder.» Ante una situación anormal, la reacción anormal constituye una conducta normal. Aún nosotros, los psiquiatras, esperamos que los recursos de un hombre ante una situación anormal, como la de estar internado en un asilo, sean anormales en proporción a su grado de normalidad…”

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R sigue con molestias en su mano derecha. Es un esguince y no hay mayor remedio que desinflamantes y reposo. Ya es el tercer día. Y de verdad, ahora que me hago totalmente responsable ejecutivo de las labores domésticas, que incluye la limpieza, el orden, la elaboración de alimentos, la lavadora y la ropa, me doy cuenta de la inagotable fuente de tareas que exige la limpieza doméstica. Elaboro un meme que dice: “Un día eres joven y al otro estás angustiado porque ya son las 12 del día y todavía no comienzas con los preparativos de las legumbres, la pasta y la proteína para la comida…” Y sí, me siento apremiado porque son casi las 11 de la mañana y apenas voy hacia el estudio, con tiempo suficiente para preparar la colación matutina y más adelante, preparar toda la estrategia para la comida, la colación vespertina y planear la cena. Ahora entiendo muy bien ese asunto de la doble carga mental que desarrollan las mujeres que son profesionistas y amas de casa. No es queja. Sólo lo consigno para la posteridad. Comida y café vespertino sin sobresaltos. Por la tarde, me dedico a corregir notas, enviar mi colaboración para Tribuna Digital y alimentar algunas entradas de días que no había consignado. Y dejo la entrada hasta aquí, porque prepararé la colación vespertina, regaré las macetas de la terraza, luego se llega la hora de la cena, limpiar la mesa y lavar los trastes ya veré si en la noche me alcanza la pila para ver una peli, una serie o le avanzo un poco a alguno de los libros que tengo comenzados.

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Día de limpieza a profundidad. Eso de mantener las áreas de mayor tránsito en orden, limpias y sin polvo, o como dice el refrán por donde mira y pasa la suegra, no se compara en nada a un verdadero día de limpieza: sacudir, barrer, aspirar, trapear, enjuagar, secar, encerar muebles, reacomodar todo lo previamente movido para regresarlo a su sitio original. R me dice que me nota concentrado y más detallista que en otras ocasiones. Lo cierto es que cada vez lo hago con más agrado, necesito de la actividad física para llegar a conciliar el sueño a buena hora por la noche y que no se me empalmen las madrugadas con el canto del gallo día siguiente. Es mi terapia ocupacional del día, es mi cuota de ejercicio y el “descanso” de la tarde, se desarrolla sin ningún remordimiento. El detalle del día: muevo la camioneta para asear como es debido la cochera y reparo en que no hemos gastado en absoluto combustible debido al confinamiento. La última vez que cargué gasolina hasta llenar el tanque fue el 7 de este mes y 18 días después el tablero me reporta que sólo he gastado medio cuarto. Es lógico, sólo he salido a surtir despensa o medicamentos y en estar al tanto de la salud y estado de mi madre y mi familia.

Estas entradas corresponden a los días 23, 24 y 25 de abril de este año. La primavera y el verano del 2020 iniciaron y terminaron como una misma estación y todo parece indicar que el otoño arranca con la misma intención.

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