martes, 29 de diciembre de 2020

Consejos


4 de julio de 2020

Siempre es más fácil dar un consejo que aceptar que alguien nos lo dé a nosotros. Para lo primero no es más que necesario asumir que hay cierta confianza del prójimo hacia uno para considerar que la dosis de experiencia encapsulada en forma de sermón o sentencia debe de ser deglutida y aceptada sin ninguna oposición. Pero, por el contrario, cuando el que recibe el consejo es uno, de inmediato se instala en la posición del extrañamiento y desconocimiento del amigo en una irreflexiva, pero contundente, suposición: “¿y éste quién se cree? ¡si ni me conoce!”.

Este peliagudo asunto lo traigo a colación por la sobreabundancia de recomendaciones, consejos y reprimendas que navegan tanto por las redes sociales, como en los reducidos (si es que has seguido con la disciplina de la sana distancia) momentos de contacto o convivencia social que la situación sanitaria ha provocado. Son tantos y de diversa índole, que podríamos equipararlos a las 59 cuentas del rosario católico y que, dada a la cada vez más creciente actitud que potencian las tecnologías de la información de que podemos opinar y recomendar sobre todo, pueden llegar a convertirse en los 108 mantras del rosario tibetano.

En ambos casos el procedimiento es el mismo, todo consejo deberá vencer tu escepticismo inicial de porqué diablos te están dando una opinión en un asunto que no has solicitado ayuda; después, si hay cierto grado de interés en lo que te están diciendo, seguramente lo pondrás en el anaquel de asuntos por resolver más tarde y que, seguramente, será cubierto por el fino manto del olvido, y si esto último no sucede, pues simplemente, como reza el dicho: te entró por un oído y te salió por el otro.

Que si comes algo, eso no es bueno en estos momentos de la COVID-19. Que si tienes una terapia ocupacional para el confinamiento: eres un robot. Que si no la tienes: qué irresponsable y desobligado. Y así, para toda actividad humana confinada, una amigable recomendación que debes de seguir para mejorar. El único sabio consejo que te puedo dar para paliar estos aciagos días es: ¡no des consejos, por favor! En esto de querer ayudar desinteresadamente al otro aplica muy bien lo que el psiquiatra Jacques Lacan dijo sobre el amor: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”. Para más buenos consejos de superación personal, sígueme en mis redes. He dicho.

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