martes, 29 de diciembre de 2020

De la vez anterior, que también estaba confinado


30 de mayo de 2020

El 2004 fue un año de encierro para mí. ¿La razón? Jugando fútbol me fracturé los metatarsianos del pie izquierdo, motivo por el cual debí de guardar reposo por cerca de 3 meses y luego, una larga y lenta rehabilitación, que consumió otros seis meses más, hasta recuperar totalmente la movilidad de mi extremidad inferior. ¿Por qué lo recuerdo con tanta claridad? Porque esa es la única fecha en que la Selección Mexicana derrotó al representativo argentino en un torneo oficial, la Copa América en Perú, el 10 de julio de 2004. Por lo que afirmo, sin temor a equivocarme, que en esto de los encierros yo ya cuento con cierta experiencia. Recupero de las semanas posteriores a mi incidente deportivo algunas notas que hice en un cuaderno de papel (sí, cuaderno de papel y escritas con lapicero), que versan sobre cuarentenas obligadas, noches de insomnio y hojas de calendario sin sentido, tópicos parecidos a lo que hoy estamos viviendo de frente a la incertidumbre de regresar, no sabemos cuándo ni cómo, a la nueva “normalidad”.

***
Cuando no te puedes mover los días se parecen tanto entre sí, que dirías que estás viviendo cualquier día. No es importante si se llama lunes o quizá viernes, o tal vez domingo. No, todos los días son tan iguales que parece que siempre estás viviendo el día anterior. Por eso, el día en que nuevamente estarás sano, mañana, sientes que tarda mucho en llegar. Mientras tanto, hoy para mí, comienza un nuevo ayer. Espero no repetirme una vez más.

***
Hoy ha comenzado una nueva etapa en mi convalecencia. A partir de este momento no más analgésico para mi pie. Hasta el momento no ha habido complicación mayor, solamente el agotamiento de mi rodilla izquierda. Es natural, ésta me ha servido de soporte para la cansada posición hacia arriba de mi extremidad. Espero y la cosa vaya bien. Más que empeño le he puesto paciencia a mi recuperación. Sé que tan sólo he cumplido una semana de las muchas que me faltan, pero al menos ya es mediodía, 12 horas menos por restar al lodoso reloj de arena de la espera.

***
He perdido mucho tiempo pensando en el tiempo que me falta por sanar y salir de esta incómoda condición. Tiempo hay de sobra para seguir pensando en él, tiempo necesitan las heridas para curar bien. Así que, habiendo tanto tiempo entre la lesión y la curación, no me queda más que emplear mi mente en temas menos escabrosos que el dichoso tiempo. Ya lo dijo San Agustín: “entiendo perfectamente lo que es… pero si me pide que explique con palabras, entonces simplemente no sé…”. Digo, no estoy como para ponerme a las patadas hoy día, con ninguna persona que desee discutir sobre ello. Por el momento se acabó el tiempo. Es hora de comer.

***
Hasta el momento el día ha sido totalmente improductivo. No he contado con la privacidad necesaria para terminar una lectura sobre la revolución mexicana. Por otro lado, ha comenzado a llover y las posibilidades de asomar la cara fuera de este cuarto se diluyen con las gotas de agua que caen del cielo. Es más. Ni siquiera mi indumentaria es la adecuada. Impulsado por el brillante sol de la mañana, creí que lo más pertinente serían una playera y unas bermudas. Ahora, en este preciso momento, siento dolor en la pierna afectada y mucho frío en la otra. No cabe duda, de que se levanta uno con el pie izquierdo, aunque esté enyesado, nada sale de acuerdo a lo planeado.

***
Si con las gotas de lluvia me diluyera, desaparecería por la alcantarilla del patio. Ya en colectivo fluvial, me sumaría al lodoso caudal del drenaje de la ciudad para desembocar al río, y un poco más tarde, reposaría en las salitrosas aguas de un lago. Ahí pernoctaría una noche, ya un poco más en calma. De mañana, cuando el sol estuviera en lo más alto de la cúpula celeste, me evaporaría, para transformarme en nube viajera. Tomaría camino con el viento que sople con rumbo a tu ciudad. Justo sobre tu casa, me precipitaría profusamente, para mojarte la cara y el cabello cuando estés descolgando la ropa seca de tu patio, en infinitas gotas de amor en que me he convertido para poder llegar a ti.

***
No tiene caso que despierte temprano. Solamente agrego horas inútiles que alargan el ocaso de un día cualquiera. Lo sorprendente es que, aún sin actividad física alguna, en las noches pueda conciliar el sueño en horas tempranas, costumbre extraña de acuerdo a mis caóticos hábitos nocturnos. No obstante, reconozco, que el que duerma más tiempo que el promedio, no significa necesariamente que descanse. Duermo profundo y las emociones y sensaciones son casi tan reales como cuando uno está totalmente consciente. Me angustio, apresuro y estreso con lo que sucede mientras tengo cerrados los ojos. Cuando las situaciones están llegando al límite, una puerta de emergencia me indica, de extraña manera, que son tan sólo sueños y que no me pueden afectar. Llegado el momento de despertar, contrario a mi costumbre, le hago de forma súbita y vertiginosa. En un solo segundo paso de lo irreal a lo verdadero. Invierto todavía algunos minutos tratando de explicarme lo que recién me sucedía en mis sueños. No encuentro respuestas lógicas y eso me preocupa. Por lo tato, sin más preámbulo, me levanto inmediatamente de la cama. Comienzo en el nuevo día tratando de ocuparme lo suficiente para no comenzar la jornada diaria apremiado por mis dudas nocturnas. Así he transitado las noches y los días desde hace más de una semana. Duermo, pero no descanso. De día no hago mucho, y por lo tanto, considero que no hay motivo para sentirme agotado. Sin embargo, puntual,  como cronómetro digital, llego a la cita con mis sueños, y esto es una historia que no le encuentro final. Es irónico, pero por momentos extraño muy frecuentemente en estos días las noches en que mi persona y el insomnio celebraban sendos debates que se prolongaban casi hasta el amanecer. Ni modo. Así somos de complejas las personas. Siempre añoramos estar en una situación contraria a la actual, y cuando lo realizamos, hacemos todo lo posible por regresar al extremo que acabamos de dejar.

***
Hoy he tocado fondo en lo referente a la melancolía. Estoy en un punto muy bajo de la cuestión anímica. De hecho, no tengo siquiera la fuerza emocional suficiente para levantarme de la cama. Siento como si en mi pecho tuviera un gran vacío y que entre mis entrañas y lo externo hubiera un fuerte lazo de tristeza, tan fuerte y elástico al mismo tiempo, que me es difícil destruirlo. No tengo ganas de hacer nada, de ver a nadie, de conversar algo. Nada, absolutamente nada. Me da rabia contra mi persona por sentirme así y al mismo tiempo me siento tan ajeno e incómodo con lo que sucede fuera de mi habitación, que lo único que provoco es seguir hundiéndome en océano infinito de angustiante soledad. En este momento soy una carga de energía tan negativa, que puedo ser más sombrío que este cuarto en penumbras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario